V Intre

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Noche del 5to día después del desembarco

Intre se acercó a la que quizás era la tienda más adornada de todo el campamento. Extrañamente, además de los dos guardias personales de Jenna Campbell, algunos soldados imperiales se encontraban apostados afuera.

- Intre Alquist, para ver a Madame Campbell - anunció Illian, quien la había acompañado en contra de su voluntad.

Hugo, uno de los guardias de Jenna - un hombre fornido y barbudo, con una pistola y un sable en el cinto - ingresó a la tienda. A los pocos minutos, regresó y los invitó a pasar, pidiéndoles que esperen cerca de la entrada.

La carpa era enorme, casi tan grande como la tienda de campaña del Mariscal Guillaume, aunque esta parecía estar hecha de una gruesa tela púrpura, con distintos detalles y bordados. Mientras se acercaban, Intre comenzó a percibir un agradable aroma, como un perfume exótico. Y, a su vez, comenzó a escuchar algunas risas, gemidos y sonidos... extraños.

Intre le pidió a Illian que la espere afuera.

-Mi señora... - Illian le susurró al oído - esta ramera Campbell solo detesta a la nobleza... Por favor, no ingiera nada dentro...

-No seas paranoico, Illian. Por más barcos que esta mujer pueda tener, no se atreveria a envenenar a alguien tan abiertamente.

Intre lo dejó atrás, e ingresó a la tienda. Al interior, la carpa parecía estar dividida en secciones o cuartos, con telas gruesas sirviendo como paredes. En la estancia de entrada no había más que un par de candelabros, una mesa con una jarra de vino y varios muebles extensos, rectangulares. La recibió una mujer, quien la saludó con la reverencia usual. Vestía una extraña máscara en forma de ave, y una túnica de finas telas verdes, que delineaban su esbelta figura. Sus ojos, verdes, claros y penetrantes, parecían inspeccionarla. La mujer le alcanzó una copa de vino. Intre la aceptó antes de preguntar.

-¿Madame Campbell?

-Mi señora de Alquist, bienvenida. Madame Campbell se encuentra ahora mismo... ocupada... Me pidió que la entretenga aquí unos minutos hasta que se libere.

A juzgar por los sonidos y risas al interior, Jenna definitivamente se encontraba ocupada. Si bien dejar esperando a alguien, sobre todo a una noble, era una falta de respeto increíble, Intre siguió con el ruedo. Esta mujer no era una simple sirviente. ¿Qué es lo que quería?

-Bueno, espero tenga una buena excusa para esto. Me imagino que trabajas para ella. ¿Cuál es tu nombre?

-Dianne Leigh. Soy parte del equipo de seguridad del emporio Campbell desde hace varios años.

-Encantada, Dianne. Por favor, llamame Intre. No me agradan los formalismos, menos aquí, tan lejos del Imperio. ¿Sabrás de casualidad cuál es la razón por la que Campbell desea hablar conmigo?

-Ambas queríamos tener la oportunidad de conocerla personalmente - le dijo, acercándose lentamente -. Esta expedición ha reunido a varias personalidades, y no queríamos dejar pasar la oportunidad de al menos compartir una copa de vino, sobre todo con una heroína.

-¿Heroína? - preguntó, extrañada.

-Oh, por favor, no sea modesta; todo el mundo conoce de su historia, y cómo usted se encargó de proteger a la princesa de un temible asesino.

Intre se distrajo por un momento, y recordó rápidamente aquellos interminables minutos en las que dedicó todo su ser a protegerse de la espada de Sai. La intensidad del momento la sacudió de golpe. Dianne, entendiendo su incomodidad ante aquella pregunta, se acercó a la mesa y se sirvió una copa para ella misma, y la invitó a brindar. Intre bebió un sorbo de la copa que sostenía, y quedó atónita.

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