XXIII Sorin

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Doceava noche después del desembarco

Sorin continuó caminando por la insoportable pradera de la Pesadilla. Cada noche mientras el campamento dormía, se aseguraba de regresar a ella. Luego de casi una semana, ya había comenzado a tener un vago sentido de orientación. Reconocía ciertos lugares, algunas colinas y había aprendido a usar el río para ubicarse. A pesar de ello, aquél lugar, a diferencia de la Pesadilla en Baldir, parecía mucho más extenso y desolado. Las sombras eran escasas, y las que podía encontrar parecían perdidas, tanto o más que él mismo.

Un día intentó algo diferente. Habiendo detectado una sombra, comenzó a seguir sus acciones cotidianas. Sin embargo, fue un esfuerzo estéril. La sombra parecía vagar en círculos, y no le reveló nada de información valiosa. ¿Estas sombras estaban activamente tratando de atraer más humanos a la Pesadilla, o acaso solo deambulaban en ese sueño interminable? Sorin no tenía respuesta alguna.

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La noche del doceavo día Sorin apareció en una playa desierta. El mar, de un azul rojizo, apestaba al olor metálico de la sangre. Desconcertado, pronto se dio en cuenta que el lugar en dónde estaba parecía ser una suerte de recreación de la bahía en la que tripulación de La Almenara había armado un campamento.

Aquello no tenía sentido.

La Pesadilla que conocía en Baldir era una región inhospita, sin ninguna relación con un territorio físico. Para intentar comprobar que en efecto se trataba del mismo lugar, Sorin se alejó del mar y ascendió el monte empinado que separaba la bahía del bosque. Para su sorpresa, si bien la vegetación había desaparecido – dejando solo una extraña combinación de rocas y arena – encontró el río en el lugar en el que debería de estar en el mundo real.

La conclusión era obvia: la Pesadilla estaba imitando a Senzafine, pero no era capaz de recrear la vegetación o la vida. Intrigado, Sorin caminó hacia el este, pensando que si no podría encontrar más información sobre la Pesadilla, quizás podría encontrar algo de utilidad para la tripulación sobreviviente.

Luego de caminar extensamente, pensó haber visto algo distinto en la oscuridad. Primero pensó que se trataría de otra sombra a la deriva, pero pronto se dio cuenta que tenía una silueta humana. ¿Era Thomas, o quizás Gregor? Apresuró el paso.

Luego de unos veinte minutos, se dio cuenta que la persona que estaba siguiendo no portaba el uniforme de exorcista. No podía ser una persona cualquiera: las personas sin entrenamiento que ingresan a la Pesadilla pierden la razón eventualmente. ¿O era acaso una sombra en forma humana? Sorin siguió a la figura a lo que parecía ser un bosque de piedras. De lejos, vio que aquella persona parecía haberse detenido. Fue en ese instante se percató que en el horizonte había aparecido una especie de torbellino, y la otra persona parecía estar dirigida hacia allí. ¿Qué estaba pasando?

Intentando ser sigiloso, Sorin avanzó hacia la otra persona, que se mantenía inmóbil, observando el panorama. Aquella persona vestía una túnica extraña, de color púrpura, por encima de lo que parecía ser una armadura ligera de cuero. Llevaba el pelo corto, oscuro, y parecía estar absorto, mirando el horizonte. Definitivamente no se trataba de una sombra, por lo que Sorin se aventuró a entrar en contacto. Una vez estuvo lo suficientemente cerca, Sorin intentó llamar su atención, primero con las manos, y luego con su voz.

-¿Hola? - dijo en su idioma natal. Si era alguien, algún otro clérigo de la expedición, al menos podría brindarle algo de información.

Pero la persona no le dio ninguna respuesta. Es más, continuaba inmóvil. Tras unos incómodos segundos, Sorin se acercó más y estiró su brazo hacia su hombro. En cuanto lo tocó, la figura se disipó en un extraño humo morado, que comenzó a rodearlo. Sintió de pronto un extraño dolor, y se dio cuenta que sus pies y brazos se encontraban paralizados.

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