VII Thomas

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Amanecer del 6to día después del desembarco

Tímidamente, Thomas se acercó a la tienda en la que estaba congregada la vanguardia. Afuera, Illian, quien no parecía haberlo reconocido, practicaba esgrima con un joven soldado. Sentada en una mesa, divisó a Intre. No la había visto en años, y sin duda ahora se veía adulta. Su familia nunca había sido particularmente agraciada, pero ella poseía cierto encanto. Su pelo marrón corto, desordenado por el viento, emparejaba a sus ojos pardos, que recordaba llenos de curiosidad. Se encontraba vistiendo una armadura ligera de cuero, con algunos detalles de acero, y aún portaba su estoque en el cinto. Ella lo reconoció de inmediato.

-¿Thomas? ¿Qué haces aquí? - le preguntó, sorprendida, pero alegre por verlo.

-Mi señora - replicó, realizando una pequeña reverencia - El Hierofante Gregor me solicitó acompañar a la vanguardia en su travesía. Quedo a su entera disposición para...

-Oh, genial, un pingüino - le dijo alguien.

Sentada al otro lado de Intre se encontraba otra mujer, también joven. Llevaba una bandana y una blusa blanca, con pantalones de cuero, y portaba un arco en su espalda. El color de su piel y sus ojos le parecieron sumamente extraños; no había visto a alguien similar en todas sus misiones.

-Disculpe, madame. Thomas Adley, a su servicio.

-Thomas, esta es Dianne. Ella ha trabajado con Jenna Campbell, y se ha ofrecido a acompañarnos como cazadora. Dianne, él es Thomas, un viejo amigo de la infancia, y aprendiz de...

-No me agradan los clérigos, y menos los exorcistas - repuso, cortante. Incómodo, Thomas no supo cómo contestar -.  ¿Usted estuvo en la Cordillera Blanca, Padre?

-Dianne... - le dijo Intre, pero ella no se detuvo.

-¿Sabes lo que hicieron, no? Dígame, Padre Thomas - añadió, acercándosele y mirándolo fijamente a los ojos -  ¿Usted también mató a infantes como sus hermanos?

-¡Basta! - bramó Intre, quien volteó a encararla -. Thomas nos acompañará en este viaje, y no quiero escuchar a nadie peleando por cosas del pasado.

Sin saber si debía o no contestar, Thomas solo intentó evitar el contacto visual.

-El asesinato de inocentes no es una tontería, mi señora - replicó Dianne, en un tono más calmado, intentando sonar sarcástica.

-La Pesadilla es real - murmuró Thomas.

-¿Qué dijiste? - increpó Dianne.

-¡La Pesadilla es real! - gritó súbitamente, sorprendiendo a todas las personas a su alrededor, incluyendo a Intre y a Dianne. Al darse cuenta del sobresalto que había causado, atinó a susurrar - Mi señora de Alquist... ¿podría hablar con usted en privado? Es algo que concierne a la vanguardia.

Intre volteó a ver a Dianne.

-No, Thomas. Dianne también está conmigo - respondió, y volteó a verla -. Dejémonos de secretismo e intrigas. Si compete a este viaje, por favor compártelo con nosotras.

Thomas le dedicó una mirada incómoda, y miró también a Dianne, que no podía ni quería camuflar su disgusto con su presencia.

-Bueno - dijo al cabo - no sé por donde comenzar. Hay una Pesadilla aquí, en Senzafine y...

-¡Oh, por favor! - exclamó Dianne, riendo. Intre le pidió que se controle y termine de escuchar a Thomas.

-Ayer estuve en una Pesadilla y... vi a Sorin. Aún está con vida, junto con parte de La Almenara. Están en una bahía, calcula que al suroeste de aquí. Creo que...quizás... Si no está muy fuera de ruta, podríamos confirmar si es que están aún con vida.

-Dime que no crees en estas tonterías, Intre. Nadie, salvo los clérigos han podido confirmar la existencia de esa "Pesadilla"; solo la han utilizado como excusa para reactivar la Inquisición y perseguir a quienes se oponen a la corona.

Intre volvió a pedirle a Dianne que se calme. Thomas lanzó un ligero suspiro, y dejó de escuchar su discusión. Recordó de pronto cómo los exorcistas sobrevivientes fueron recibidos al regresar a la ciudad de Pietá años atrás.

Si bien la partida para destruir el Nido de la Pesadilla en la Cordillera Blanca fue un éxito, no fue una tarea sencilla, y varios de sus hermanos dieron la vida para impedir que la influencia de la Pesadilla se expanda por la región. Pero no todo el Imperio lo vio así. Una turba los recibió con antorchas y trinches, así como siglos antes habían perseguido a las brujas. Los acusaron de masacrar a los pueblos de la cordillera, de matar inocentes y hasta niños. El propio ejército tuvo que protegerlos y escoltarlos a un refugio. El descontento se extendió por todo Baldir. Los liberales incluso utilizaron la situación como excusa para iniciar una revolución sangrienta. Pero él sabía que la Pesadilla era real, que quienes mueren dentro de ese sueño maldito dejan de ser ellos mismos, y estaba realmente harto de tener que explicar la situación a los incrédulos.

-¿Thomas? - le preguntó Intre, quien se había dado cuenta de su distracción - ¿Estás bien?

-Sí... sí... disculpe, mi señora...

-Por favor, llamame Intre.

-Sí, Intre... Entiendo las suspicacias de madame Dianne, pero solo cumplo con mi trabajo. De todos modos, permítame acompañarla para protegerla a usted y a la vanguardia de cualquier intromisión sobrenatural que puedan encontrar en Senzafine.

-Gracias, Thomas. No te preocupes. Esta es nuestra ruta - le dijo, mostrándole un mapa -. Según la información que manejamos de la Primera Expedición, si Sorin y la tripulación de La Almenara están en una bahía, deben de estar aquí - dijo, señalando una parte, antes de pasar a otra - o aquí. Verás, hablé con el Capitán Alessio y pues me dejó a cargo de la expedición por tierra. El plan es establecer una ruta hacia Primer Desembarco. Nos acompañaran unos 15 hombres. El Capitán Langley partirá hacia allá también con La Quimera.

-¿Utilizarán a los prisioneros? - preguntó, e Intre asintió.

-El plan es crear un puerto funcional en ese extremo de la Isla.

-¡Mi señora! - Thomas escuchó la voz de Illian de afuera de la carpa. Intre se disculpó, y fue a darle el encuentro.

Se trataba del propio Capitán Langley, quien se acercaba al campamento de la vanguardia, acompañado de cinco soldados empuñando arcabuces. A Thomas le pareció extraño la presencia de hombres armados, pero pronto se dio cuenta que estaban escoltando a un hombre esposado y con grilletes. Era una persona alta y delgada, con pelo largo de un negro intenso y una barba desordenada. Se trataba de un prisionero. Intre se acercó e intercambió algunas palabras con el capitán antes de dirigirse al prisionero. Illian exclamó algo, al tiempo que desenvainaba una espada y la apuntaba hacia el hombre engrilletado. Intre le pedía que guarde la calma, pero el caballero parecía realmente ofuscado. Fue en ese momento que Thomas reconoció al prisionero y entendió cuál era la intención de Intre.

-¿Qué está pasando aquí? - preguntó Dianne, que también estaba confundida por la escena.

-Aquél hombre es Sai, la hoja negra. Un asesino que trabajaba para los revolucionarios.

-Espera... ¿ese Sai? ¿Está aquí? - Thomas asintió - Pero, no entiendo. Acaso...

-Intentó matar a la princesa en Morat... Intre lo detuvo luego de un duelo extenso.

A pesar de las protestas de Illian, Intre se acercó a Sai, e intercambiaron palabras antes de quitarle los grilletes con una llave.

-Parece que viene con nosotros...

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