XII Jenna

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Medianoche del 6to día después del desembarco

Jenna despertó súbitamente a mitad de la noche. Sintiendo que algo estaba mal, en vez de intentar reconciliar el sueño, prestó atención, y escuchó. Alguien se acercaba. Cogió un pequeño puñal que guardaba debajo de su almohada, y esperó.

-¿Madame Campbell? – escuchó. Era Hugo. Soltó su puñal, y lo invitó a pasar. – Qué bien que está despierta, Madame.

-¿Qué está sucediendo?

-Tenemos una emergencia en el almacén – le dijo, llevándose una mano a la boca, pidiéndole que no haga mucho ruido. Entendiendo lo que significaba, Jenna se alistó para salir. Hugo la escoltó fuera de su carpa. El teniente Cardevac, siempre atento, se les unió.

-Madame Campbell... ¿Hay algún problema?

-Parece que uno de mis caballos está causando alboroto en el almacén, teniente. Disculpe la molestia, no creo que demore demasiado.

Cardevac asintió, y los siguió. El área destinada al almacén del Emporio Campbell era relativamente extensa. Habían logrado acomodar un establo, y las múltiples cajas y baules, apilados como muros, además de carpas y toldos, generaban la impresión de que se trataba de un pequeño fuerte. Cardevac y otros hombres de Jenna se estacionaron afuera, mientras Hugo la guío adentro. En lo más profundo del almacén se encontró al Capitán Pier y otros hombres que le eran leales. En medio de ellos había otra persona, que se estaba engrilletada, semidesnuda y con una bolsa negra cubriéndole el rostro. A juzgar por sus moretones y heridas, lo habían estado torturando desde hace varios minutos.

-Madame – le dijo Pier –, encontramos a este saboteador intentando prender fuego al almacén. Hugo lo detuvo. Pensamos que usted querría interrogarlo personalmente.

-Magnífico. ¿Los soldados aún no se han enterado? – Pier negó con la cabeza, y le entregó una pistola.

Jenna se acercó al prisionero, quien se encontraba sollozando y de un rápido movimiento le quitó la bolsa que le cubría la cara. Era un hombre joven, lampiño, de pelo corto marrón desordenado.

-¡Piedad... piedad, por favor! – gritó.

Ella se agachó y lo miró a los ojos. Lo reconoció como uno de los soldados del grupo de Cardevac; pero había dejado su uniforme antes de intentar infiltrarse en el almacén.

-¿Cuál es tu nombre?

-¡Louis!

-Hola, Louis. ¿Sabes quién soy? – él asintió. Jenna utilizó el revés de la pistola para darle un fuerte golpe en la cabeza que lo llevó al suelo, y le hizo derramar un chorro de sangre. Louis rompió a llorar – Si sabes quién soy, deberías de saber también lo estúpido que es meterte conmigo. O quizás si lo sabías, pero pensaste que no habrían consecuencias.

Jenna volteó el arma y le apuntó en la cabeza.

-Dime, ¿qué te ofrecieron por quemar este almacén?

-Tre-tres mil libras – respondió Louis, entre sollozos.

"No son muchas las personas que pueden ofrecer un monto así".

-¿Quién te dio la orden?

-Yo...

-¡Habla! – le gritó Pier.

-¡No... no lo sé! Era... un clérigo. Se nos acercó la segunda noche...

-Dame su nombre – dijo Jenna, pisando su hombro.

-¡No sé su nombre! – respondió jadeando, mientras intentaba sentarse - Usaba... una máscara, de la Inquisición.

"Un miembro de la Inquisición, ¿antes que Gregor la reactive?"

-Nos ofreció recompensas por atacar a los herejes – continuó Louis.

"Esto es grave."

-¡Hugo! – gritó Jenna – Envía de inmediato hombres a reforzar la seguridad de los inventarios de los gremios.

-A la orden, Madame.

-¿Ustedes quemaron los barcos? – volvió a preguntarle Jenna una vez sus hombres partieron.

-¿Qué? No... no... jamás...

"Esto es más complicado de lo que pensé".

Se quedó absorta. Se llevó una mano a la cabeza y repasó todo por un momento.

Un clérigo reclutaba saboteadores, ofreciendo una absurda cantidad de dinero. Para que este idiota acepte debería de haberle dado algo adelantado. "Se aprovecha de la miseria de quienes habían venido a Senzafine."

Pero él solo estaba cumpliendo órdenes ajenas, ¿Cuál era el objetivo detrás de esa orden? ¿Otro grupo era el que había incendiado los barcos? ¿Por qué no habían atentado contra ella misma? ¿Por qué aquí? Había demasiado que no terminaba de entender.

"Quizás Louis solo aceptó luego de ser destacado a vigilarme y tener una mejor idea de la distribución de sus bienes." ¿Cuáles eran los siguientes objetivos? Jenna trató de resolver el rompecabezas, pero definitivamente aún no tenía la información suficiente.

-¿Madame? – le preguntó Pier al verla callada por tanto tiempo.

-Si, disculpa, solo estaba pensando.

De pronto, Jenna apuntó en dirección a Louis con su arma y disparó. El fuerte sonido se escuchó por todo el campamento, despertando murmullos y voces. Pero ahora todos estaban en alerta. Si es que aún no se habían dado ataques a otros objetivos en el campamento, el disparo serviría para disuadirlos.

Louis, atónito y confundido, miró a su costado. La bala había impactado el suelo a su derecha. Era imposible que Jenna falle ese tiro: lo había hecho a propósito.

-Escúchame bien, Louis. Te voy a mantener con vida, por todo el tiempo que aún me seas útil. Pier, trasládalo a La Lira sin que nadie se de cuenta. Dale lo mínimo de comida y alimento; yo iré a visitarlo en cuanto pueda. Gracias a todos por su labor. Este viaje será más peligroso de lo que pensamos. Por favor, confíen en nuestro plan, y en ustedes mismos. Es la única forma en cómo le haremos frente a la Iglesia y al Imperio.

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Jenna salió del almacén, seguida únicamente por dos de sus hombres. El resto de personas saldrían a horas diferentes, para evitar sospechas. El teniente Cardevac, preocupado, le increpó por el disparo.

-Madame... ¿Se encuentra bien? ¿Fue eso un disparo?

-No se preocupe, teniente – le respondió sin detenerse -. A veces si un animal no obedece, solo queda deshacerse de él.

Jenna Campbell caminó de vuelta a su tienda. Los curiosos despiertos la observaron desplazarse con una tenue sonrisa, que esbozaba confianza. Ella sabía que la vida en esta isla no sería sencilla; y había esperado que no fuese aburrida.

Pero esto era diferente.

Un paso en falso, o una acción mal calculada podría costarle la vida. Esta situación o sacaría lo mejor de ella o sería su fin.

No podía haber pedido un reto mejor.

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