Mediodía del Séptimo día después del desembarco
Jenna llegó a la entrada de la carpa de Guillaume, acompañada de varios miembros de su equipo de seguridad. Los guardias, intimidados por la presencia de tantos hombres armados, no supieron muy bien cómo reaccionar.
-Jenna Campbell, para ver a su eminencia Guillaume – anunció Hugo. Uno de los soldados abrió una de las persianas de la carpa y la invitó a pasar. A paso confiado, Jenna ingresó sin acompañantes. Para su sorpresa, adentro la carpa estaba vacía. A pesar de ser la más grande de todo el campamento, por dentro poseía muy poca decoración: solo veía muebles y estantes, llenos de libros, documentos y algunas armas.
Sentado en un escritorio, Guillaume revisaba mapas, y bebía lo que parecía ser un té oscuro. Sin embargo, tenía separada una botella de vino, con exactamente dos copas en un extremo de la mesa.
-Madame Campbell – la saludó sin desviar la vista del mapa.
-Su eminencia.
-La última vez que nos vimos usted me ofreció el mejor vino del imperio. Me temo que no tengo nada que se le acerque en calidad. Aún así, ¿desea un poco?
-Eso depende, ¿Está envenenado?
-Por supuesto – respondió secamente, volteando a verla.
Jenna soltó una carcajada. Guillaume sirvió dos copas y le ofreció una. Ella la recibió, absorbió su olor, y bebió un ligero sorbo.
-Vaya, recuerdo este sabor – le comentó, gratamente sorprendida. Guillaume alcanzó la otra copa y la acompañó -. ¿Viene de la Viña de Oficiales, cierto?
-Veo que la conoce.
-Años atrás, antes de la guerra, un Coronel intentó seducirme. Siempre le avergonzaba no tener mucho dinero, y cuando le comenté de mi afición por el vino, no tuvo mejor idea que regalarme una botella de esto. Pero me encanta. Es muy poco pretencioso. Muchos productores de vinos hacen de todo para camuflar que su bebida es barata, pero este ni siquiera lo intenta.
-Me alegro que le guste – respondió Guillaume, tras terminar de beber su copa de un gran sorbo.
-Y bien, Mariscal, supongo que no estoy aquí solo para catar. ¿Puede decirme por qué mandó a llamarme?
-De hecho – le dijo, sirviéndose un poco más -. Esperaba que pudiésemos conversar, en privado. Pero primero lo primero. Oí que descargó un arma de fuego ayer. ¿Dicen que para callar un caballo?
-Así es.
-¿Y supongo que ese caballo es un joven de nombre Louis? – ambos se miraron fijamente.
-Nunca he escuchado ese nombre.
-Me imagino que no, aunque alguien como usted probablemente haya intentado extraer algo de información de la víctima. ¿O me equivoco? – Guillaume se detuvo un momento – Lo probable es que no haya sido usted misma. De hecho, no me la imagino apretando el gatillo. Supongo que tiene a quien haga ese trabajo por usted.
-¿Me está acusando de asesinato, Mariscal?
-En lo más mínimo, Madame. No me interesa llevarla a un calabozo, solo, de nuevo, quisiera poder conversar honestamente con usted, aunque sea un momento. ¿Me concedería ese privilegio?
-¿A qué se debe este cambio de actitud? – preguntó Jenna, genuinamente confundida – Después de enviar un destacamento a vigilarme pensé que no se detendría hasta encontrar una excusa para encerrarme.
-Pues verá – dijo Guillaume, poniéndose de pie, y acercándose a uno de los estantes en busca de unos papeles -, estoy convencido que usted es la principal amenaza para la autoridad de la corona en Senzafine.
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Senzafine
FantasyPara evitar un matrimonio planeado, Intre Alquist se unió a la expedición de ultramar para colonizar Isole Senzafine, un territorio recién descubierto e inexplorado. Pero pronto descubrirá que la Isla alberga todo tipo de misterios y horrores, lo qu...