Primero de septiembre, mi primer día de clases de penúltimo año de secundaria, al fin en dos años entraría a la universidad a estudiar y podría trabajar para ayudar a mi madre en los gastos de la casa. Pensé que esté año iba a ser exactamente igual a los anteriores, yo observándote de lejos y tú revolcándote con cada chico que se te tirará a los pies.
Quizás seguir así hubiera sido mejor...
Felizmente me levante esa mañana. Como siempre al despertarme y dar vueltas en mi cama lo primero que vi fue la foto de mi madre y yo en mi mesita de noche junto a la cama.
Mi padre nunca se quiso hacer cargo de nosotros, claro, estaba casado con un hijo de mi edad y con una empresa millonaria, no arruinaría su reputación con un hijo bastardo, lo único que ha hecho por mí es pagar mi instituto que bastante caro sale, pero nada más. Hace más de un año su esposa falleció y ahora el sí quiere reconocerme y presentarme como su legítimo hijo. Para mis dieciséis me regalo un auto pero mi orgullo es primero y lo rechacé, yo no necesito nada de él, a pesar de que mi instituto se basa en eso, status social y dinero, igual, yo no lo necesito.
Me levante de la cama medio dormido y camine bajo la oscuridad hasta llegar a la escalera, baje sin hacer ruido y me metí a bañar, salí envuelto de la cintura para abajo con una toalla y secándome el cabello con otra.
Me dirigí sin hacer ruido a mi cuarto, no quería despertar a nadie, mi madre entra a trabajar a las diez de la mañana y sale a las cuatro de la tarde, excepto los viernes que hace guardia en el hospital, de ocho de la noche y no la veo hasta el domingo a las ocho de la mañana prácticamente ni la veo porque se la pasa durmiendo todo el día.
Camine a la ventana y abrí las cortinas para dejar entrar el sol, justo en mi ventana hay un pequeño balcón de metal, con las escalera para incendios, como en los viejos edificios, que se ven en las películas de estados unidos.
Me seque el cabello y me coloque la ropa que había escogido para hoy, unas zapatillas rojas, unos jeans holgados oscuros y una playera aún más holgada, si fatal, pero no quería llamar la atención.
Salí de casa en dirección al instituto. A medida que me acercaba mi corazón palpitaba con más fuerza porque ya recordaba la razón por la cual me había levantado tan feliz, porque después de tres meses lo volvería a ver. Aunque el a mí no.
-¡Willy! - Alex, mi mejor amigo desde el jardín de niños.
Estudiaba en un instituto de hombres, casi todos eran homosexuales por lo cual no tenía problema en decir libremente lo que era, era bastante común y aceptado en esté lugar.
-Alex- Sonreí al verlo, ya había pasado tiempo desde la última vez que habíamos hablado.
-Mira, ahí está Frank ¡Frank! -Gritó mientras agitaba su brazo llamando la atención del chico.
-Chavales-Frank, mi otro mejor amigo.
Mi vista se desvió de mis mejores amigos y lo veo. Frank queda prendado de uno de los chicos, si supieran quien es en realidad Luzu, a su lado se encontraba Rubén y luego él. Tan perfecto como recordaba, su cabello castaño y tan sedoso a la vista, sus ojos marrones, fríos e intimidantes, su piel blanca, sus labios tan apetecibles y un cuerpo de infarto por el que babean casi todos los chicos ¡Cuantos habrán pasado por ese cuerpo!
Pero tú nunca. Si yo nunca, mi conciencia, quien casi siempre.Siempre. Bien, siempre tiene la razón.
Dejo mis pensamientos de lado y vuelvo mi vista a él, que lo único que puedo hacer es mirarlo. Tan perfecto, que debería ser un pecado, sólo mirarlo. Tan, Tan... Angelical, sí, eso es un maldito y seductor ángel que me vuelve loco.