Ley del Talión.

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-Sí yo voy contigo tienes que prometerme que todo se acaba, Guillermo-Menciono Fabián.

-Lo prometo, sí tú te vas conmigo, yo termino todo-Dije con voz suave.

Fabián me había prometido salir de la institución mental si todo lo que había hecho el año pasado terminaba.

-Bien-Comento serio mientras se acercaba mi-Yo siempre estaré contigo-Dijo mientras me envolvía entre sus brazos.

-Lo sé-Acabe hundiéndome entre sus brazos.

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Ya había pasado una semana desde que empezamos las  clases. A Mangel no le habían dado de alta, pero Fabián había ingresado al instituto, estaba en penúltimo año. Nosotros ya estábamos en último año, gracias a dios, este año se acababa esta tortura  y no tendría que ver nunca más a nadie, sólo a mis amigos.

Hoy era sábado, se realizaría la fiesta de bienvenida al instituto, fue esta noche, hace un año, donde Samuel y yo nos besamos por primera vez. Sacudí mi cabeza quitándome los amargos recuerdos y me observe en el espejo, llevaba la misma ropa que en la fiesta de navidad del año pasado. Ese jean ajustado, oscuro. La misma camisa roja, las zapatillas negras  y mi cabello ya había crecido un poco. Suspire y rocié algo de perfume en mi cuello. El timbre sonó y sonreí para mis adentros, sobre mi cama descansaban dos DVD, los tome y los metí dentro de una mochila. Baje despacio y abrí la puerta de vidrio que daba al pequeño parque frente a mi edificio.

-Wow, hermoso-Susurro Álvaro mientras me besaba.

Abrió la puerta de su camioneta y subí en ella. Lo observe manejar, se veía muy bien y bastante feliz.

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Hacía días que Álvaro actuaba raro, no es que me importara si se veía con alguien más, pero sabía que no era eso. Lo seguí en mi deportivo sin que se diera cuenta, manejo por cuarenta minutos dando vueltas por la ciudad, cómo si supiera que lo seguían y quería despistar.

Estaciono frente a un viejo galpón a las afueras de Madrid. Yo deje mi deportivo unas cuadras más adelante y baje despacio, evitando ser descubierto. Entre despacio  al viejo y aparentemente, abandonado galpón, todo estaba a oscuras pero pude escuchar voces más al fondo del lugar. Seguí el sonido y me escondí detrás de unas inmensas cajas.

-Bien, aquí tiene lo suyo-¿De dónde conocía esa voz?-Esto es para cada uno. Buen trabajo-

Matías. Lo vi claramente cuando la luz de la luna, que entraba por una rota ventana, dio de lleno en su cara. Detrás suyo se encontraba Bryan, su hijo adoptivo. Les entrego un sobre  a cada chico, estos lo abrieron y de allí sacaron un fajo de billetes que comenzaron a contar.

-¿Qué, desconfían de mí?-Preguntó Matías  con una sonrisa de lado.

-Desconfiamos de todos – Dijo Jean en tono monótono.

Saque despacio mi celular y busque la opción grabar.

-Bien- Empezó Matías- El próximo cargamento vendrá en dos semanas y necesito que la vendan al doble. La empresa está teniendo problemas con el lavado de dinero-

Con que eso era. Matías traficaba droga y Álvaro con su grupo la vendían, esto valía oro.

Apague mi celular y me fui despacio sin hacer ruido. La empresa de Matías, la de los De Luque y la de los Lucero planeaban formar una asociación o algo así me había dicho Enrique. De seguro ni los De Luque, ni los Lucero sabían que la empresa de Matías sólo era una pantalla para el lavado de dinero. Con esto no sólo controlaba a Álvaro, sino también a Matías.

Cosas de la vida - WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora