Doce en punto.

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Pequeños inconvenientes.

(Karol)

-¡Apúrate Guillermo! – Le grité desde la planta baja, esta noche era navidad y aun no habíamos terminado de comprar la comida.

-¡Ya voy, ya voy! – Gritó desde su habitación.

Ya había pasado una semana desde que había venido, últimamente se veía más feliz, más alegre, más... él. Cuando vino estaba demacrado, pálido y sus ojos eran opacos, tristes, vacíos, pero ahora, poco a poco y con ayuda de los abuelos, había vuelto a ser el mismo de cuando éramos pequeños. Ese enano chillón y dulce que siempre sonreía, hasta cuando sus ojos estaban vidriosos porque se había caído y lastimado, pero siempre sonreía y lo iluminaba todo.

Escuche el timbre, los abuelos habían salido hacia unos minutos, de seguro se olvidaron de las llaves.

-¿Otra vez se olvidaron de las llaves? – Pregunté abriendo la puerta pero para mi sorpresa no eran mis abuelos, sino un atractivo pelinegro– Hola –

No dijo nada y se quedó con el ceño fruncido ¿Qué le pasaba a este tipo? – Vengo a ver a Guillermo ¿Está? –

-Sí, si esta. Yo soy su hermana Karol – Espere a que se presentara pero él sólo miro indiferente dentro de la casa, ignorándome por completo - ¿Quién lo busca? –

-Sólo llámalo – Dijo de mala gana y entonces lo supe, era Samuel.

El idiota que le rompió el corazón a mi hermano. Claro que él no me había contado nada, pero siempre lo nombraba entre sueños, se quejaba y a veces lloraba medio dormido

-Si no me dice quien lo busca, no –

-Llámalo – Me ordeno.

-Mira idiota – Lo amenacé con el dedo y  por primera vez me miro, tenía los ojos celestes como el cielo, vaya, con razón mi hermano se enamoró de él, si era guapísimo.

Sacudí mi cabeza quitándome las estúpidas ideas y lo mire seria.

-No sé qué haces aquí pero no dejare que vuelvas a lastimar a mi hermano –

-No sé de qué hablas, yo jamás - --

-Sí, claro y yo soy idiota – Lo interrumpí – No dejaré que vuelvas a tocar a mi hermano, bastardo – Le grité cerrando la puerta en sus narices pero él me lo impidió poniendo el pie en el marco evitando cerrar la puerta.

-¿Estás loca? Llama a Guillermo – Me dijo empujando la puerta hasta que logro abrirla.

-Escucha, tú - --

-¡Fabián! –

No pude terminar de amenazarlo cuando mi hermano cruzo corriendo pro mi lado y se colgó del cuello del pelinegro, esperen dijo ¿Fabián? Entonces él no era Samuel.

¡Mierda! Había insultado al chico equivocado.

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Navidad en familia.

(Mangel)

-Benjamín, nos vamos – Lo llame entrando a su habitación.

Él corto el teléfono.

-Sí, estaba deseándole feliz navidad a Eduardo – Me dijo sonrojado.

Lo observe detenidamente, ve veía sencillo y bonito, claro. Desde que estaba con Eduardo, había madurado, había crecido, ya no era el niño consentido y caprichoso que siempre hacia lo que  quería. No, ahora mi pequeño hermano era todo un caballero, inteligente, maduro, sencillo y nuestra relación había vuelto a ser la misma de cuando éramos pequeños, la misma de antes de irme al internado y dejarlo solo.

Cosas de la vida - WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora