Sentí la cabeza de Karol recostarse en mi hombro mientras se tapaba aún más con su abrigo. Volteé la cabeza al otro lado observando a través del cristal la oscuridad de la noche y pude ver mi reflejo en el vidrio, ya no tenía esa palidez extrema, ni las ojeras y mis ojos ya no estaban vidriosos y vacíos, ahora poseían cierto brillo, aun pequeño comparado con el de antes, mi piel poseía un cierto broceado y había aumentado de peso, mi cabello ahora se encontraba sedoso, algo más largo.
Estábamos a mitad de camino a Madrid, en el autobús. Ya habían pasado las dos semanas de vacaciones de invierno, era viernes, 7 de enero, el lunes comenzarían las clases. Karol volvió a acurrucarse en mi hombro, yo por mi parte subí los pies al asiento e intente inútilmente ponerme en una posición más cómoda. Por la ventana todo estaba oscuro, sólo podía ver los árboles pasar y finos copos de nieve que caían lentamente, empañando la ventana. Tenía un extraño sentimiento en el pecho, un vacío inexplicable, una sensación extraña que no sabía de donde provenía, eran como unas inmensas ganas de llorar que me invadían y sentía mis manos temblar, mis ojos vidriarse y mi corazón bombear fuerte.
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Sentí el frio recorrer mi cuerpo pero ya no me hallaba en el viejo autobús, ahora me encontraba en un lugar oscuro y muy frio, lo reconocí al instante, pero ¿Qué hacía yo de nuevo aquí? Llevaba el mismo traje blanco y estaba descalzo.
Guillermo... Guillermo
Camine por la fría oscuridad sintiendo mis pies desnudos rozar con esa superficie plana que aún no sabía que era.
-Guillermo –
Levante la vista despacio y allí lo vi.
-Viniste – Susurro y me fui acercando a él.
Se veía distinto, llevaba un traje idéntico al mío, la diferencia era que su camisa estaba arremangada a sus codos, estaba despeinado y tenía varias heridas en los brazos de las cuales corrían pequeños hilos de sangre que caían de sus manos al oscuro suelo
Sentí el tibio liquido recorrer mis brazos y al bajar la vista, vi las mismas heridas que tenía él.
Levante mi vista encontrándome con sus ojos, pero ya no poseían esa frialdad, no eran déspotas o arrogantes, estaban vacíos, opacos, tristes... Como los míos.
-Samuel – Lo llame acercándome y el hizo lo mismo.
Unos escasos metros nos separaban, cuando a fin lo tuve cerca, frente a mí, levante mi mano intentando tocarlo pero una pared de vidrio nos separaba, sentí el frio cristal en la palma de mi mano y él apoyo la suya sobre la mía.
-Guillermo – Me volvió a llamar pero su voz se volvió lejana - ¡Guillermo! – Volvió a decir y poco a poco su imagen fue desapareciendo o era yo.
-¡Samuel! ¡Samuel! –
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-¡Samuel! –Grité y abrí los ojos de golpe.
El sol dio de lleno en mi rostro, vi por la ventana y las personas comenzaban a bajar del autobús, ya nos encontrábamos en el terminal.
-¿Llegamos? – Murmuro Karol media dormida.
-Sí, vamos – Oí la voz de Fabián pero mi vista seguía fija en un punto indefinido mientras sentía aun la opresión en mi pecho - ¿Guillermo, te encuentras bien? –