II- Abismo

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Me deje caer, sabiendo que todo quedaría atrás. Que el viento borraría los momentos vividos y la lluvia mi andar.

Me deje caer, y te juro que lo pensé mil veces antes de hacerlo, no entendía por qué la vida seguía y yo me convertiría en un recuerdo.

Sucesos extraños como estos, es lo que nos planteamos muchas veces, sin encontrar el secreto. La llave de la incógnita de la vida, que guarda tantas preguntas sin respuestas.

Me deje caer, ya no quise seguir más, las nubes grises me atormentaban y le temía a la oscuridad.

Me deje caer y en el momento que me arroje al vacío, sentí algo extraño en mi cuerpo. No sabía si era la velocidad y la distancia, o un milagro convertido en un suceso.

Abrí los ojos y no estaba en el cielo, al menos otro mundo para aquellos escépticos.

Se me cayeron las lágrimas al ver lo que mis ojos vieron. Estaba un incrédulo creyendo en una palabra que un ateo le contaba, mientras un mormón los observaba. Al costado estaba un cristiano, escuchando lo que un hindúe le decía: explicándole que no hay mejor vida que la que se disfruta en compañía, amor, valentía, aferrándose a las cosas buenas sin ambición. La convicción está en valorar, antes de llorar un día por lo que se perdió.

Desperté, todo había sido un sueño. Me desvaneci antes de caer, y sin pensarlo comprendí.

Que no existirían respuestas a semejanza de preguntas sin sentido. Dejamos en libertad a un ladrón, mientras gritamos: "Basta de cabecitas", y metemos preso a un mendigo.

Noches de frío, sabiendo que nos mata la ambición mientras hay gente que no tiene abrigo.

Separados por fronteras, etnias y pensamientos indistintos. La unión está tan lejos, que perdimos el camino.

                         -Héctor F. Palavecino

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