XXVII- Bajo las estrellas

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Desde el momento que tendiste mi mano, un mundo entero adentro mío se revolucionó. Supe que había encontrado el amor.

Y que no solo en los cuentos de fantasía se viven esas sensaciones.

Voltee mi rostro y te mire fijamente, no sabía cómo disimular mi sonrisa, la felicidad me delataba.
Tus mejillas estaban rojizas, y tu mirada me endulzaba.

Tan lindo es el amor, tan bella eres tú. Me sonreíste y empezaste a acercar tu rostro suavemente. Desde ese instante supe que no me faltaba nada.

Te bese, y no se puede llegar a describir un momento como ese. Donde la brisa se detiene paralizando al tiempo, ya no se siente el suelo ni la gravedad.

Somos tú y yo en un mundo paralelo, lleno de anhelos y felicidad.

Me enamoré, queriendo tenerte por siempre entre mis brazos, acariciándote despacio demostrándote mi cariño en cada silencio, donde solo oiga tu voz y me sienta afortunado de tenerte a mi lado.

Y es que corazón..

Te elegiría entre mil estrellas y una luna que brillara a un costado.

Entre un jardín lleno de flores, te reconocería desde lejos, porque tu belleza es más que superficial, es tu aroma que hace suspirar elevándome hasta el cielo por toda una eternidad.

                –Héctor F. Palavecino


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