XLVIII- Cadenas de una pasión

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Te encontré y fue como volver a vivir, te busqué en la cima de un camino sin fin. Y ahí te ví, tan reluciente como un amanecer.

No fue nada más lindo que volver a nacer, sentir esa sequía en el alma que saciaba su sed.

Las palabras salieron de mis labios, fueron actos que conllevaron al momento más esperado.

Te veía y me veías eramos dos enamorados que parecía que se conocían desde hace años, y aún así era la primera vez que nos encontrábamos.

Te volví a mirar, te veías tan linda como la brisa del mar. En una marea  entre las olas que te llevan hacia la eternidad, te volteaste y sentí como mi mundo se alineaba junto al tuyo.

No hacía falta que me digas nada, con solo ver tus ojos me sentía en el paraíso, y no sabía si eras real o estaba viviendo un hechizo que alguien nos hizo.

Era sentir el tacto de tu piel, y bajar suavemente hasta tocar tu boca, ver como mi mundo cae a tus pies luego de mil derrotas y no se equivoca.

Resultaba extraño para un universo que vivía estructurado, pero para nosotros era tan natural, como el roce de nuestros labios en un beso inesperado. Y a su vez tantas noches soñado.

Me enamoré, mi corazón no quiso esperar, porque al verte volvió a decirme que te empezaba a amar.

El viento era nuestro testigo, te quería por siempre conmigo. Percibí como latía tu corazón junto al mio.

Y en un beso se desataba la pasión, se notaba como alrededor se detenía el tiempo al ver el triunfo del amor. Que en mil batallas luchó y en nuestro vínculo se concretó.

                      -Héctor F. Palavecino


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