XXX- Infinitamente

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Ella era poesía y él una simple estrofa, que con cada
verso la convencía, de amarlo y amarse cada día.

Ella era las cuerdas de un instrumento y él el sonido opaco y lento. Susurrándole las notas a cada instante, acariciando su rostro en cada momento.

Ella era el camino y él seguía sus pasos, tratando de no perderla e inevitablemente perdiéndola despacio.

Ella era la luz y él su energía que radiaba a su lado. Un amor mutuo y
diario, sin pretextos del
pasado

Juntos eran un laberinto,
abriendo diferentes caminos, unidos enfrentados al destino

Dándole la espalda al olvido, amándose bajo el mismo hilo, que los unía y nunca separaría.

Prometían estar juntos por siempre, no podían llegar a ver una realidad diferente.

Ya juntas estaban su almas compenetradas completamente.

Se toparon frente a frente no podían bajar sus miradas.

Se proyectaba una luna que se encendía y apagaba cada vez que sus entrecejas se cerraban. Disimulando un poco tratando de insinuar la mejor de sus noches, invocando una galaxia estrellada.

Un silencio entre ellos dos la tierra abocanada y callada.

Vientos que ya no corrían, nubes que se acechaban. Solo en sus ojos existía un mundo que derrotaba a la nada.

Y de repente todo se convertía en una unidad, su mundo era perfecto no había nada electo que intervenga en su trayecto.

Tomo su mano y le dijo:

–Si existe un mañana que se haga esperar, hoy estás conmigo no necesito nada más. Si existe un ayer ¿Por qué recordar?. Mi amor por ti crece a cada instante y se acrecenta, mientras hay huellas que lamentan no poder derrotar, un sentimiento tan sincero como el que yo te puedo dar.

Todo empezó a girar nuevamente era ella que le daba un beso de repente

Hay respuestas que no se dan con palabras, sino que actúan por intermedio de la mente.

Una caricia al alma, un consuelo pertinente.

Dos corazones que se unen dando origen a un nuevo amor donde no existe el miedo al adiós.
Un sentimiento sincero, mutuo y verdadero.

Las palabras no se las lleva el viento cariño, aquí no hay lo siento.

Te amo y que se paralice el tiempo.

Se desaten todas las ilusiones libertad a nuestras expresiones.

Sonríe tu felicidad es la mía.

Juntos una alegoría de que la eternidad existe. Son nuestras miradas que justifican la teoría.

          –Héctor F. Palavecino


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