XXXVIII- Lo que nunca fuimos

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Pudimos indagar aventuras entregarnos a noches de locuras, vivir en una lujuria tú y yo llenos de furia.

Te pude llevar al cielo con tan solo una mirada, innovar todos tus sueños y dejarte anonadada.

Te pude bajar la luna y luego todas las estrellas, pero lo que nunca pude es amarte más que a ella.

Aunque en sueños te buscaba nunca a ti yo te encontraba, más me aparecía tu rostro con una lágrima marcada.

Todo era un espejo que en mi se reflejaba, no podía verte así mi alma se destrozada.

Lágrimas de sangre, culpa de un desierto de miles de mentiras que mis labios invocaba al viento.

Tu mirada frágil y yo tan al descubierto, quise abrazarte pero ya nada era cierto.

Te engañe y fallé, fui un tonto ya lo sé. Fueron años de engaños perjuicios que te hicieron daño.

Es normal que no me creas que ahora todo es cierto, cuando cuántas falsedades te decía en secreto.

Era algo incierto para mí la vida misma, creí que nada existía cuando tú ya no me veías.

Un mundo derrotado al no tenerte a mi lado, ahora solo me reprochó por no haberte valorado.

Muchos años junto a ti los dejé en vano, te deje ir al no quererte y entregarme como tú te has entregado.

Perdí la cuenta de las veces que te he fallado, no entiendo cómo ahora espero ser perdonado.

Ya está te perdí, lo acepto y me voy. Esta bien que no sigas insistiendo en este amor, de los dos siempre fui el peor, destroce tu corazón y ahora tengo la misma sensación de ardor.

Me ahogo en tú silencio buscando una respuesta a todo lo que te hice, la pena me condena al mirarte tan ajena.

Te juro que te entiendo, si estuviera en tu lugar me hubiera ido hace tiempo. Es difícil aceptar un amor que no es verdadero, que te prometía un para siempre y solo fue un cuento.

Causo mil dolores y un estremecimiento, olvídame aunque quisiera lo contrario, y busque desesperadamente ya no existe un lo nuestro en el diccionario.

Se ha esfumado junto a tu cariño, te digo adiós y me despido, como marcas en la vida que dejan su estadía en el calendario.

                    -Héctor F. Palavecino


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