XXXVII- El despertar

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Uno beso que hizo furor dió vuelta al universo convirtiéndolo en amor.
No tuvo intuición, solo se dejó llevar por la esmera situación.

Se escuchaban nuestros latidos se oía tu corazón, eramos nosotros que habíamos concretado nuestra relación.

Que en sueños se soño, cuántas noches de desvelo nos causó una revelación. El hecho de estar juntos, juntos los dos frente a frente, sin ninguna interposición.

Cuando el momento llegó nos miramos a los ojos y el amor nos elevó a un mundo diferente.

Entrando en un estado de inconsciencia, era pura fantasía de nuestras inocencias. Solo podíamos vernos uno al otro, en una unánime coincidencia.

Recorrer nuestros cuerpos con un simple tacto sintiendo el contacto tan a pleno, suave y lento amándonos sin frenos.

Diciéndonos te quiero, más que al mundo entero.

Eres más preciosa que un jardín lleno de flores iluminados por una luna llena, miles de estrellas en una galaxia perfecta.

Un universo lleno de luces ilumina tu rostro y tú solo lo luces. Cada vez que tus ojos se abren puedo sentir como mi mundo se paraliza, mi piel se eriza por la atracción de tu mirada tan dulce y enamoradiza.

Te envuelves entre rosas y logras esconderte hasta que la luz del sol te hace resplandecer y es ahí donde vuelves a aparecer.

Entre mis brazos te adormeces, mi amor hacia ti crece, logras enamorarme más de lo normal, haciéndome sentir que toco el cielo cuando un beso me das.

Me tocas el rostro y acaricias suavemente, mi mente se dispersa hacia un lugar distinto, siento el instinto en el alma que me dice que te abrace y nunca más te suelte.

Que si creo en el amor, eres tú la representación, transparente como el agua y brillante como un diamante.

Tan rígida y a la vez constante, alguien que quizás no es perfecta, pero en mi mundo eres la más bella, ya no miro las estrellas porque en tus ojos se asemejan.

Se dilatan y se centran en una mirada directa que causa miles de suspiros y corazones que se frenan.

Eres mi mejor elección cariño, por ti conocí la sonrisa y supe valorar a mi corazón, que muchas noches sufrió por amor, y fuiste tú quien le dió luz y devolvió la esperanza.

Te amo de norte a sur, en cielo y tierra, oscuridad y esplendor eres la más perfecta perfección.

Las lágrimas se caen, pero de emoción al ver tu mirada tan iluminada antes mis sinceras palabras, para nada imaginarias, porque logro tocarte, sentirte y abrazarte.

Darte todo mi sentir, solo nuestras almas logran surgir en este sentimiento tan sincero. Más un sin fin de corazones que escriben un te quiero, en una noche única ante algo tan verdadero.

            -Héctor F. Palavecino


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