XIII- Juntos por siempre

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Sabes que te amo –le dijo él suavemente al oido.

Susurrando con sus labios cada letra del abecedario, amándola en cada paso, expresándole su amor a diario.

Los besos eran del tiempo, que paralizaban el mundo entero cuando ellos estaban juntos.

Y las miradas del cielo, porque eran eternas cada vez que se cruzaban entre sí.

Se decía que representaban el amor, que lo que había entre ellos era algo más que una relación.

Tratando de encontrarle una razón porque su conexión viajaba cientos de kilómetros, cada vez que se miraban a los ojos.

Buscando en libros el significado de la palabra amor, ya que no existía una definición en el diccionario.

Ellos se miraban a los ojos, y podían estar años haciéndolo. Se hacían el amor a través de sus miradas.

Sus pupilas estaban hipnotizadas y representaban la ternura y eternidad, se decía que podían dejar todo, por tan solo juntos estar.

Ellos eran felices y no necesitaban escribirlo en una hoja de papel, su amor era físico y se desencadenaba en cada beso, amándose cada día más, hoy más que ayer.

Sabes que te amo, y no dudaría nunca en decírtelo –le volvió a susurrar suavemente al oído.

Ella lo miró fijamente y le respondió:

Ámame como te amo y te amaré cada día más. Le haremos una prueba difícil al tiempo, a ver si tal vez nos pueda alcanzar.
Ámame como te amo, un amor más que un sueño real. Viviendo intensamente cada abrazo y tus besos que me hacen suspirar.
Ámame como te amo y te prometo una eternidad, fundida en un flechazo con el cual cupido nos hizo atrapar.

Las noches eran eternas, hasta la luna alumbraba un poco más. La brisa corría mas lento y las estrellas radiaban en el cielo.

Era su noche, la noche que todo enamorado sueña al soñar.

Ellos se miraban a los ojos, amándose cada vez más.

                 -Héctor F. Palavecino


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