XI- No te vayas

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Y ella lo hizo, aunque él le decía que no lo haga. Se arrojó a un vacío, un mar lleno de lágrimas.

El tiempo se detuvo, en un abismo que no cesaba, intento entenderla, pero no lo logro.

Cuando de repente algo extraño sucedió:

-¡Ya está! -dijo alguien desde el horizonte.

Sin dar respiro continuo:

-¡Se terminó!

Y yo no entendía de donde salía esa voz, aterradora y veloz. A qué se refería con su término tan frío, que significaba que todo se acabo.

Preguntándome a mí mismo si había fin para esta relación, o necesitábamos tiempo, un lugar para los dos.

Gritaba a cuatro vientos su nombre, escúchame por favor, no vez que la tormenta llega y a casa debemos regresar.

Yo no entendía que todo suceso que comienza tiene su final, y es que el nuestro ya había llegado y lo debía aceptar.

La deje caer, esa es mi verdad, pero caí junto a ella, en diferentes parámetros y aunque mucho lo lamente, tuve que levantarme y continuar.

-Héctor F. Palavecino

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