Capitulo 3

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¡Ay Dios mío!

Le regalo una mirada tímida y pienso en una manera de escapar de este momento tan incomodo. Si, lo sé. Solo una loca, tímida como yo desearía escapar de un hombre como este. Trago grueso y le hecho un vistazo a la sala. Mi hermana me está fulminando con la mirada y se dirige hacia nosotros echando humo en la cabeza.

-Si–contesto antes que mi hermana llegue.

Su mano toma la mia y parecen que las hicieran perfectamente a nuestras medidas, encajan muy bien. Él me arrastra hasta el centro de la sala haciendo que captemos todas las miradas. Me mira con sus ojos levemente azules. Son hermosos. Pone una mano en mi cintura y la otra la deja donde estaba. No me doy cuenta cuando la música empieza a sonar, sus ojos me miran con intriga y de alguna u otra manera yo tampoco puedo apartar los míos.

-¿Bailamos?–pregunta con una sonrisa ladina.

-S-si, lo siento.

Movemos nuestros pies al compás, el me sostiene la cintura con más firmeza y su ojos están puesto en los míos. Esto parece un cuento de hadas, lo más hermoso es que estamos bailando "Perfect" de Ed Sheeran, mi pelirrojo favorito. Me acerco a su pecho tímidamente, mis manos se dirigen a su cuello y las de él a mis caderas. Nuestra danza es lente pero emocionante. Todo desaparece a mi alrededor, solo estamos él y yo.

-Es muy hermosa–susurra cerca de mi cara. Bajo mi cabeza avergonzada-no debería avergonzarla. Me imagino que ya lo sabe, muchos hombres seguro se lo dicen.

Alzo mi cabeza encontrándome muy cerca de él, mi respiración se agita y mi corazón se descontrola. ¿Que tiene este hombre que me hace sentir de esta manera?

-No los tomo en cuenta–sonrío con la boca cerrada-la belleza es algo que se acaba, lo que importa es lo está dentro ¿no cree?

-Es usted muy filosófica, debo admitir que me sorprende que una mujer como usted hable así–me despego de él enseguida ¿una mujer como yo?

-Lo siento, señor Metaxas. Pero si pensó que era igual que mi hermana se equivocó de mujer–me suelto de su agarre ¿decepcionada? Y camino sin rumbo alguno. Algunas personas me miran con curiosidad. ¡Chismosos que son!–¡Ja! Si pensó que era una regalada, mejor que busque a mi hermana o a unas de sus "amigas"–hago comillas con mis dedos gruñendo llegando al patio trasero de la mansión.

Me quito los tacones y los tiro a un lado. Tanto dinero para nada, para solo usarlos un día y tirarlos. Mejor los venderé y donare ese dinero. Me siento sobre la grama sin importarme el vestido, masajeo mis pobres pies y los muevo en círculo.

-Lo siento pequeños saltamontes, pero ya eran hora de que lucharán un poco con esas cosas altas–les hablo a mis pies como si me escucharan. Cualquiera que me viera diaria que estoy loca.

-Es usted una caja de sorpresa, señorita Williams–giro mi cabeza tan rápido que mi cuello duele, es Alex-¿Ahora habla sola?

-¿Que?–intentó pararme pero el se sienta junto a mí haciéndome devolver. Me sorprende que no le importe su traje Gucci-en realidad y-yo estaba hablando con... ¡La rana! Si, la rana.

-Claro, la rana–dice con un notable sarcasmos, no deja de mirarme y me desespero.

-¿T-tengo algo en la c-cara?–paso las manos por mi rostro buscando cualquier cosa vergonzosa. Una carcajada me hace reaccionar, giro mi cabeza encontrándome a Alex con una mano en el estómago y riendo. ¿Se está burlando de mí?-¿Que?

-Nada, solo te observaba. Lo siento por hablarte así, no fue mi intención–le hecho un vistazo de reojo y se está acomodando su traje y poniéndose de pie-ya debo irme. Fue un gusto conocerla.

La hija del presidente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora