Capítulo IV. El Lugar de Las Voces

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(26 de mayo del 2012, sitio arqueológico Tikal, al norte de Guatemala.)

Era mi primer día en una de las ciudades mayas más importantes. Crecía impaciente por admirar el tamaño de esas enormes construcciones en medio de una vegetación tan abundante, en el corazón de este 'infierno verde'. Los itzaes, un pueblo maya, lo bautizaron como Tikal: 'El Lugar de las Voces'.

La edificación más representativa era de unos setenta metros de altura, seguramente era el hogar de una figura importante como el 'Halach uinic' u 'hombre de mando', como se le conocía a la máxima autoridad en una ciudad-estado maya, o quizás un templo para realizar funerales y ceremonias. La ansiedad me disparaba la energía y se me entumecían las piernas de tan solo ver los escalones de la gran pirámide, pero tenía que salir a explorar, antes que el equipo iniciara sus actividades.

Decidí caminar por la Plaza de Los Siete Templos, cerca de donde se acostumbraba el deporte del juego de pelota, el cual constaba en meter o tocar un aro de piedra con una pelota de caucho. Los jugadores podían golpear este objeto con las caderas, codos o rodillas de su lado derecho. Aún no se sabe con certeza, si el ganador era considerado elegido por los Dioses o si era sacrificado. Seguramente muchos se lesionaban por la pelota, que podía llegar a pesar hasta cuatro kilos.

Me perdí un poco dentro de la selva para encontrarme con unas fosas, las cuales, solían ser habitáculos para campesinos. Estaban siendo consumidas por la vegetación y era casi imposible distinguirlas, a estas, los arqueólogos les llamamos, estructuras no visibles, pues llegaban a medir menos de treinta centímetros. —¿Hasta dónde llegarán estas pequeñas casas? —dije al acariciar la tierra húmeda, con mis manos nerviosas.

Dieron las siete de la mañana y el resto del grupo estaba listo para iniciar. Éramos seis personas incluyéndome a mí, la profesora Peril, el profesor Leigh, Former, Richards y Macbeth; todos de la Universidad de Boston, dispuestos a resolver un solo misterio. «¿Cómo había sido posible la construcción de semejantes monumentos en aquella época, dónde no era posible mover esas toneladas de piedras, sin ayuda de la tecnología actual? Sabíamos que los mayas utilizaron obsidiana y pedernal para cortarlas. Probablemente las tuvieron que arrastrar para moverlas de un punto a otro, pero, ¿Cómo? ¿Cuál fue su técnica?, queríamos asegurarnos de comprobar la teoría de otros colegas o ser los primeros en realmente descubrirlo. Así tuviésemos que ir a las pirámides en Egipto, México, Indonesia, China, India y otros lugares semejantes; para obtener respuestas. Solo espero contar con la financiación necesaria». Me dije a mi mismo al alistar mis herramientas.

La profesora Peril me acompañó al Templo Mayor o Templo del Gran Jaguar como algunos le conocen. —Deberíamos iniciar por los alrededores y después explorar la edificación profesor Rojas —me sugirió al hacerse una cola de caballo.
—De acuerdo profesora.

Mi corazón golpeaba como lavadora vieja por la emoción de estar aquí. A pesar de saber con certeza, que esta zona ya había sido recorrida miles de veces por otros arqueólogos, antropólogos, historiadores y turistas. Aun así, vivir en carne propia la majestuosidad del Imperio Maya, me erizaba la piel.

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Día 4

"Iniciamos a realizar pequeñas excavaciones en Tikal para buscar indicios de instrumentos que pudiesen haber sido utilizados para mover esas enormes piedras. Pero solo logramos encontrar pedazos de obsidiana, de jarrones y alfarería".

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Día 5

"Continuamos con las excavaciones, hasta ahora habíamos descubierto cuarenta y cinco objetos, pero ninguno que llevase a encontrar una respuesta concreta a nuestras preguntas".

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Día 6

"Más alfarería y piedra caliza, sin duda algunos de los artefactos que encontramos eran muy hermosos, pero me preocupaba el tiempo, faltaban solo cuatro días para concluir y aún no encontrábamos nada".

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Hoy era el séptimo día, los demás profesores y yo, pusimos un máximo empeño para no dejar que la frustración nos ganara. El sol ardía más de lo habitual y mi ropa comenzaba a oler a alcantarilla. Decidí apartarme del grupo, adentrándome en la jungla, pensando que en la sombra hacía menos calor, pero la humedad, era un asesino silencioso.

Me senté en una roca, abanicándome con mi propia mano, esperando a que se me pasara el bochorno, contemplando la belleza de aquellas edificaciones en medio de la jungla.

Mi muñeca y mi mano izquierda comenzaron a dolerme de una forma insoportable, no podía gritarles a mis colegas por el dolor. «¡Debió haberme picado algo! Algún insecto mortal por aquí». Busqué a mis alrededores y no vi nada, sólo sentía como si hubiera dejado mi mano al fuego.

Pasé un minuto entero en agonía, revolcándome en la tierra, hasta que de la nada, el dolor se detuvo. Decidí quedarme acostado, pensando que cualquier movimiento pudiese reactivar la sensación. Debí estar soñando, porque frente a mí, había pedazos de piedra caliza flotando en el aire, como si una corriente invisible los estuviera elevando hacia el cielo, pero ningún árbol se movía, ni una sola planta bailaba al son del viento. Los pedazos de roca continuaron su camino hacia las nubes, dejando un socavón a la vista. Muy despacio y, del agujero, emergió un material delgado, de color amarillo y del tamaño de una hoja carta; asimilando un pedazo de papel papiro. Decidí arrebatarlo lo más pronto posible sin dañarlo, ocasionando que las piedras cayeran al piso al instante, quedé sobresaltado.

Aparecí en el campamento después de unas horas, mi equipo estaba tan preocupado, que estaban a punto de notificarle a las autoridades, me vieron débil y adolorido; con el extraño pedazo de papel en la mano. —¿¡Qué sucedió profesor!? —me preguntó la profesora Peril, corriendo hacia mí.

Pero antes de que pudiera dar explicaciones, me desmayé, cayendo en sus brazos. Desperté en mi tienda de campaña después de unas horas; todos los profesores estaban a mí alrededor, mirándome con preocupación.

—¿Cómo se siente profesor? —me preguntó Leigh.
—Como si me hubiera pasado un camión encima —afirmé.
—¿Dónde encontró esto? —me preguntó la Profesora.

Les conté todo lo ocurrido, sus reacciones me dieron a entender, que solo había dicho puras falacias. «Seguramente prefirieron pensar que me había pegado mucho el sol y que estaba imaginando cosas». Lo único que sí les sorprendió, fue el pedazo de papel y su contenido.

—Esto está escrito en latín y, por su aspecto, me atrevería a decir que está casi nuevo. Parece ser papel papiro, pero con una textura diferente, habrá que examinarlo en el laboratorio —dijo la profesora intrigada, al estudiar el objeto.
—¿Y qué es lo que dice? ¿Usted entiende el latín? —le pregunté.
—¿Qué hace un documento en Latín dentro de una ciudad maya? —preguntó ansiosamente el profesor Former.

—No lo sé, creo que está incompleto, sólo se puede apreciar una parte —contestó la profesora.

"...Venient dies quando judicabitur summo numine ex intimis..."

"...el día llegará cuando el pueblo será juzgado por la gran deidad, desde las profundidades..."

Ella Está VivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora