Capítulo VII. Rompecabezas

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(7 de Junio de 2012, Museo de Historia Natural de Nueva York. 15:30 Hrs.)

Después de regresar de Tikal, me encontraba en una oficina lleno de libros, de reliquias y artefactos invaluables. No estaba con la mejor disposición, gracias al señor que tenía enfrente, sentado detrás de su enorme escritorio.

—¡Exijo ser escuchado director! —le dije con desesperación al Sr. Leopoldo Eckhart, director general del museo.

—Está siendo escuchado Sr. Rojas y su tono de voz no marcará la diferencia —me contestó golpeando sus palabras.
—¡Le estoy diciendo que esto es de suma importancia! Esto podría ser uno de los descubrimientos más importantes de toda la historia —afirmé.
—Siempre son los más grandes descubrimientos de toda la historia, con todo respeto profesor —me dijo fríamente, al limpiar sus ridículos anteojos.

—Creo que usted no me está entendiendo, ni ha puesto atención a los resultados que obtuvimos en la expedición en Tikal, encontramos un documento en latín, en territorio maya y ninguno de mis colegas me ha podido decir, de qué está hecho, ni qué diablos le sucedió a mi mano —le dije levantando mi brazo inmovilizado—, ¡tengo el respaldo de mis compañeros, director!
—Sí, también uno de sus colegas afirma que usted dijo: 'la tierra se levantó frente mis ojos y de las profundidades, salió este pedazo de papel como si se estuviese presentando ante mi', fin de la cita —me contestó sarcástico.
—¡Ya tuve mi evaluación psicológica antes y después de esta expedición! No estoy tramando nada con esto Eckhart, solo le estoy pidiendo más tiempo y recursos para comprobar lo que estoy diciendo —le dije colocando mis manos en su escritorio y chocando mis dientes.
—De ninguna manera será financiado por esta organización ni por el gobierno de los Estados Unidos, si usted desea continuar con este cuento de hadas, deberá arreglárselas por usted mismo.
—¿Sabe qué? Eso mismo voy hacer y quiero verlo a la cara cuando le pidan su renuncia, ¡por tirano! ¡Y por cerdo! —le grité levantando mi dedo medio hacia su cara y saliendo de su oficina como rinoceronte enojado.

—¡Rojas, Rojas! —me gritó.

Lo seguía escuchando, mientras bajaba las escaleras del museo.

Al salir, tomé mi celular y le marqué a Julia Peril. Dados unos segundos, su secretaria me contestó.

—Oficina de la profesora Peril, ¿puedo ayudarle?
—Anna, comunícame con Julia, por favor.
—¡Profesor Rojas, sí de inmediato!

La secretaria me mandó a una dolorosa versión de la quinta de Beethoven en cumbia, prefería esperar mientras me clavan un tornillo en los oídos, estaba tan furioso que podía aventar mi celular contra del piso.

—¿Hola? ¿Julia? Me temo que tengo malas noticias, tendremos que aplicar un "plan b", después de todo.
—Lamentó eso ¿Puedo verte en media hora en el laboratorio?
—Ahí estaré, muchas gracias.

Le colgué y continúe mi camino hacia el transporte público.

Llegué al laboratorio de la Profesora Peril o Julia, como prefería que me dirigiera a ella. Siempre era un placer estar aquí, todo estaba ordenado y catalogado en repisas. Estaba seguro que nuestro descubrimiento no podría estar en mejores manos.

—Maximiliano.

Ella apareció con su bata blanca y una cola de caballo que sostenía esos hermosos cabellos. Portaba esos ridículos lentes de seguridad, que aumentaban el tamaño de sus ojos. Su perfume llegó a mi nariz como brisa de mar, provocando que se me olvidara todo mi drama con Eckhart.

—Max, por favor Julia, así es más rápido —le dije lanzándole una sonrisa boba.
—¡Perdón! Aún no puedo acostumbrarme. Ven, platícame todo y después continuaré yo —me dijo emocionada.
—¿Qué? ¿Has descubierto otra cosa? —le pregunté.
—Sí, pero primero quiero saber lo que te dijo Eckhart.
—¡Ese miserable! Siente que el mundo no lo merece, no pude hacerlo entrar en razón y mucho menos convencerlo que financiará nuestras próximas expediciones.
—¿Le comentaste sobre el papel? —me preguntó Julia.
—Sí, pero utilizó lo que le dijo el profesor Macbeth de mi testimonio y me tomó como un borracho saliendo de una cantina; le importó un carajo el papel —le dije, tratando de no enfadarme tanto.

Julia me miró fijamente y me deleito con esa sonrisa deslumbrante, la cual, me hacía derretirme como paleta de hielo bajo el sol.

—Bueno, no todo está perdido Max, acompáñame a la bóveda —me indicó.

Espero no haya sido tan obvio, me quedé un poco pasmado al verla caminar.

Ella me llevó donde tenía resguardado el pedazo de papel, junto con las otras piezas que encontramos en Tikal, bien ordenadas, catalogadas y limpias.

—¿Recuerdas, que te mencioné, que este papel había sido partido? —me preguntó.

Afirmé con un ligero movimiento de cabeza.

—Bueno, eso no es del todo cierto, las roturas que tiene, indican, que así fue producido desde el inicio.
—¿Cómo? ¿Quieres decir que tiene esa forma a propósito? —le pregunté hechizado en su mirada.
—Es correcto, pensé que había sido un desgaste por la tierra y los instrumentos no indican un grado de antigüedad; aún no sé qué clase de componentes lo conforman. Puede no ser un papel.
—¿Pero eso imposible? ¿Quieres decir que fue creado el mismo día que lo encontré? —le pregunté inquieto.
—No lo sé Max. Esto trae más preguntas que respuestas. Pero tengo una teoría ¿Te gustaría escucharla?
—Sí, claro —le dije como un niño queriendo oír un cuento.
—Me parece que, con lo que te sucedió a ti, la falla de nuestros instrumentos y la forma de este "artefacto"; todo indica que forma parte de un rompecabezas. Creo que hay más piezas como esta allá afuera.
—¿Qué estás sugiriendo?
—Sugiero que vayamos a los sitios arqueológicos más importantes del mundo, en búsqueda de los demás pedazos, por la financiación, no te preocupes. Lo único que debemos administrar correctamente es el tiempo, pues nos tomará bastante para comprobar esta teoría, ¿qué dices? —me preguntó con espíritu aventurero.

No pude resistirme a otorgarle una gran sonrisa a ese último comentario —La profesora Peril y yo, en búsqueda de un rompecabezas distribuido por todo el planeta, ¡pero por supuesto que sí!

Ella Está VivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora