Capítulo XXIX. Vuestra Madre Naturaleza

39 10 0
                                    

(3 días: 6 horas: 12 minutos: 35 segundos para la extinción de la humanidad. Zona X.)

Volábamos dejando Detroit, íbamos de vuelta a la base con el profesor Maximiliano, con todas las piezas reunidas y con la fe de resolver este misterio.

—¿Oigan amigos? ¿Fue un sueño? ¿O hubo un poco de amor el día de ayer, entre ustedes dos? —preguntó Jorge.

Alex y yo intercambiamos miradas y sonreímos al mismo tiempo.

—Ese no es tu problema Jorge —le dijo Alex.
—¡Claro que es mi problema!, eso me convierte en el padrino de bodas, el reverendo, ¿quién seré?
—Serás comida de 'Rubik', si sigues insistiendo —le dije.

Todos nos reímos.

—Está bien, ya sin problemas. Con razón había notado que entre ustedes ya no se hablaban de amigos —nos contestó.
—¡Ya vez! ¡Te lo dije! —le dijo Lydia.
—¡No! ¡Yo te lo dije primero!
—Si estos dos siguen así, terminaran casándose primero —me dije a mí mismo.

No sabía cómo era posible sentirme así de feliz después de todo esto. Debo admitir, que no me importa lo que Alex haya vivido en su pasado, si fuera posible, desearía volar junto a él para siempre.

(3 días: 4 horas: 12 minutos: 4 segundos para la extinción de la humanidad. Zona X.)

Después de pasar Fort Wayne e Indianápolis, avanzamos un poco más, rumbo al Bosque Nacional Hoosier, para buscar la base secreta.

—Estén al pendiente, la base debe estar cerca —les avisé.

Giramos para lograr que la tierra quedara debajo de nosotros; rodeamos el lugar durante unos quince o veinte minutos. No podía creer que habíamos recorrido tanto por el túnel, desde aquella oficina.
—¡Ahí está! —nos dijo Alex señalando el lugar.

En medio de un vasto bosque, se encontraba la pequeña edificación blanca, noté que sus luces estaban apagadas.

—¡Hey!, vieron eso, las luces no están encendidas —dijo Jorge.
—¡Entremos rápido! —les dije.

Al llegar al balcón de la estructura vimos que la puerta automática estaba completamente deshecha, había marcas de garras con manchas de sangre.

—¡Oh!, ¡no! —exclamé.

Corrimos hacia la sala de operaciones.

—¡Profesor Rojas! —gritó Jorge.
—¡Max! —grité.

Al entrar a la sala de operaciones vimos que todo estaba destruido y bañado en sangre. La profesora Peril había desaparecido. En el centro, estaban los demás pedazos del rompecabezas, unidos unos con otros, formando un semicírculo, suspendidos en el aire y girando sobre su eje.

—¿Qué diablos pasó aquí? —dijo Lydia.
—La profesora Peril —le contesté.
—¿Crees que se habrá transformado en un 'Rubik'? —preguntó Jorge.
—Puede ser —le contesté.
—¡Hey chicos! ¡Vean esto! —nos gritó Alex.

Era la laptop de Max, la cual mostraba las estadísticas más recientes:

Nitrógeno -25% - Crítico
Oxígeno -5% - Crítico
Argón - 0,00% - Nulo
Dióxido de Carbono 0,00% - Nulo
Vapor de agua - 0,01% - Crítico
Otros compuestos - 0,0% - Nulo

—Estos números no se ven bien —dijo Alex.
—No hay señales de ambos profesores en este piso, debemos ir a los subniveles —les dije.
Todos corrimos a revisar el gimnasio, los dormitorios, la sala de juntas, el almacén de comida, no había señales de Rojas ni Peril.

Ella Está VivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora