XXVII. Una Nueva Misión

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(5 días: 20 horas: 45 minutos: 23 segundos para la extinción de la humanidad. Zona X.)

Solo quedamos nosotros cuatro de toda la infantería, era un día gris, la depresión nos invadía a todos. En esta ocasión, la gravedad se sentía de otra forma, como si los huesos no nos permitieran despegarnos del piso; pues no había manera de controlar nuestras emociones.

Estaba con Alex, recargado en su hombro, mientras que Lydia seguía sollozando a un lado de Jorge. Habíamos envuelto el cuerpo del capitán en una de las bolsas para dormir; mientras decidimos qué hacer con él. No habíamos podido descansar, nos mantuvimos alerta durante toda la noche en la fría estancia del vestíbulo de la torre; estábamos drenados de energía.

—No puedo continuar con tantas muertes —dijo Lydia—, por qué sigue sucediendo esto.
—Lo sé Lydia, sé que está mal todo esto —le contestó Jorge.
—Perdí a toda mi familia, incluyendo a mi hermano menor, a los hijos de la Sra. Pearse y ahora al Capitán, ¿qué vamos hacer? —sollozaba.

Jorge continuó abrazándola, tratando de calmar su duelo, pero ella no podía superar sus demonios. Él nos dio una mirada angustiosa, como si nos estuviese pidiendo ayuda.
Sin embargo, yo solo podía pensar en cómo terminar la misión.

—Debemos continuar —les dije.

Jorge me miró descreído, aún con Lydia entre sus brazos.

—Pero, ¿continuar a dónde?, nos acaban de dar un golpe bajo —me contestó.
—No podemos quedarnos aquí, Steve nos encomendó este deber —le dije.
—¿Cómo vamos a llegar a esa ciudad de Nápoles? ¿Cómo podríamos estar seguros que una de las partes faltantes está ahí?
—No tenemos otra opción amigo, solo nos quedan cinco días para solucionar todo esto —le contesté.
—Will tiene razón. El Capitán confiaba en nosotros, debemos continuar —dijo Lydia, aun soltando lágrimas.

Jorge no dijo nada después de eso, permaneció pensativo evadiendo mi mirada.

—Debemos hacer un último esfuerzo. Aunque dudo mucho que sobrevivamos a otro ataque como este —dijo Alex.
—Es por eso que debemos darnos prisa. No sabemos porque las bestias llegaron justamente aquí, pudieron haber sido enviadas o algo por el estilo —les dije.
—¿Otra vez tuviste un ataque? ¿Acaso supiste de todo esto? ¿Fue el espectro? —me preguntó Alex.

Permanecí en silencio, aún no estaba seguro de querer continuar hablándoles del espectro y de aquel sueño.

—¿Cuál espectro? ¿De qué están hablando? —preguntó Lydia.
—Will a tenido varios episodios con algún tipo de fantasma antes de que algo malo suceda. Le dice cosas y no le permite moverse —dijo Alex.

Lydia me miró sin decir nada.

—¿Entonces? ¿Volvió a pasar? —me preguntó Jorge.
—¿Acaso importa? —le pregunté.
—¡Demonios Will! ¡¿Qué es lo que sucede?! ¡Por favor háblanos!, tal vez lo que te ocurre podrá tener alguna respuesta, ¡déjanos ayudarte! —me gritó Jorge mientras se ponía de pie.

Una vez más guardé silencio durante unos segundos antes de hablar. Compartí miradas con Alex y con Lydia quienes me veían con intriga.

—Creo que el espectro solo me ha advertido del peligro. Puede ser que solo esté en mi cabeza o que sea mi intuición, manifestándose de esa manera.

De igual forma les conté sobre aquel sueño que tuve y que no sabía quién era la persona que bajaba las escaleras.

—¿Sabes de qué pirámide se trata Will, la que has visto? —me preguntó Alex.
—No, pero la tengo muy bien almacenada en mi memoria —le contesté.
—¿Crees que si Will la dibuja, la podrías identificar Alex? —le preguntó Lydia.
—Puede ser —le contestó.

Lydia me entregó un papel y una pluma que obtuvo de su mochila. Comencé a dibujar la pirámide que había visto en mis sueños.

—Qué bueno que eres soldado y no pintor amigo —me dijo Jorge.
—¡Calla! —le dijo Alex, mientras le echaba a un ojo a mi dibujo.

Cuando había terminado de marcar las escaleras y el pequeño templo en la parte superior de la pirámide, Alex se acercó aún más a mí. Provocándome ciertos nervios.

—Eso me suena a la ciudad de Tikal, en Guatemala —dijo Alex.
—¿Guatemala?, no tiene nada que ver con Nápoles —argumentó Jorge.
—¿En serio? —le dije haciéndome el sorprendido.
—¿Crees que alguna de las piezas esté ahí Will? —me preguntó Lydia.
—No lo creo, me da la impresión que es un lugar en donde algo terrible sucederá, no donde esté la respuesta al enigma —le confesé.
—Shhh —nos indicó Alex.
—¿Qué? —preguntó Jorge en voz baja.
—Escuché algo —nos dijo.

Todos guardamos silencio. Al principio solo podía oír el viento afuera de la gran torre, pero dados unos segundos, una especie de crujido se escuchó en el lobby. La tierra tembló y salieron piedras del centro del edificio hacia el espacio exterior. Tuvimos que ser ágiles y hacernos para atrás.

—¡¿Qué está sucediendo?! —gritó Alex.

Después del derrumbe, como una ligera pluma de ganso, apareció otro pedazo del rompecabezas, el cual permaneció flotando frente nuestros ojos.
De pronto mi cerebro comenzó a girar a mil por hora, como si toda la información de esta terrible aventura empezará a acomodarse. No estaba seguro, pero de alguna manera, sabía que debíamos hacer.

—Enterremos el cuerpo del capitán y partamos de inmediato, ya sé dónde se encuentra la última pieza —les dije a mis amigos con determinación.

Ella Está VivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora