Capítulo XXIII. Subnivel Dos

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(9 días: 19 horas: 31 minutos: 56 segundos para la extinción de la humanidad. Zona X.)

Jorge no tenía muchas ganas de hacer nada después de lo de ayer, permaneció en su cama sin ir a desayunar. Por más que lo tratamos de animar, su depresión era alarmante.
Estábamos en la cocina con los demás voluntarios. Max estaba terminando de entregar los platillos que había preparado.

—¿Cómo vamos a convencerlo a que entrene? —me preguntó Alex mientras bebía un jugo de naranja.
—No le sé, pero creo que Steve lo bajará al gimnasio aunque no quiera.
—Fue increíble lo que hiciste ayer —me dijo Alex con una mirada intensa.

Yo casi me ahogo con mi comida en cuanto me vio de esa forma, a través de sus lentes cuadrados y elegantes.

—¿Yo? —le pregunté, tratando de hacer todo lo posible por esconder mi reacción—, ¿Qué fue lo que hice?
—Nada más lograste que todos respetarán a Jorge y destruiste a esa bestia con una granada —me dijo conmovido.
Yo hice un mayor esfuerzo por no sonrojarme. —¿Qué me sucede? —pensé.

—¿Dónde aprendiste a usarla? —volvió a preguntar.
—Mi papá. Con él veía muchos documentales de guerra en la televisión —le dije tratando de no volverme agitar—, fue mera suerte que la bomba que tenía Hicks, era el modelo que mi papá me enseñó a usar —le contesté.
—Nunca dejas de asombrarme —me contestó con aquella infalible sonrisa de oreja a oreja.

Sentí que estaba igual de rojo que una manzana, decidí escapar, antes que se diera cuenta.

—¡Voy a ver a Alex, digo a Jorge! Te veo en el gimnasio —le respondí, trabando mi lengua, poniéndome de pie y saliendo de la cocina lo más rápido que pude.

Al parecer ni la depresión de Jorge fue motivo para no entrenar. Max y Steve tuvieron que traerlo al subnivel dos casi arrastrándolo. Yo les pedí que lo dejaran descansar pero me confesaron que esto era de vida o muerte. Nos colocaron a todos en una sola fila viendo al frente. Estaba nervioso y alterado por haber reaccionado así con Alex. Se me dificulta voltear a verlo, inclusive.
Steve caminaba de un lado a otro, atento a nuestra postura. Hasta que se paró donde yo estaba.

—¿Qué diría Sr. Thurman, si le dijera que le puedo enseñar a volar? —me preguntó.
—Fantástico —dije nervioso.
—Ánimo Thurman —me contestó mientras me daba una palmada en mi hombro—, ¿Qué dicen los demás? —preguntó.

Está vez dirigiéndose a Jorge, quien apenas podía ponerse en posición de firmes.

—Bien —le contestó Jorge a secas y viendo el piso.

Max nos observaba desde una esquina, sentado en una silla y deseándonos suerte. Pude darme cuenta que Lydia no estaba con nosotros en la fila. —¿Seguiría sedada? —me pregunté—. Según él estaba tras la puerta del fondo del gimnasio, en la habitación de las chicas, pero no la había visto desde aquel día. La voz de Steve me hizo brincar y volví a prestar atención.

—Les aclaro, que tenemos menos de dos días para que ustedes salgan de aquí con poderes más chingones que 'Mary Poppins' y con huevos más grandes que 'Hulk'. Y por lo que veo, el soldado William Thurman, les lleva la ventaja en ese segundo punto. Nuestro entrenamiento consta de cinco partes. Primero: alimentación, deben comer al menos cuatro veces al día, sin vomitar. Esto les ayudará a incrementar su energía de una manera considerable. Segundo: meditación. La palabra 'Alatara', que merece el premio al tatuaje más culero del mundo —dijo Steve levantando su mano izquierda, enseñando la marca—, es también una frecuencia de onda que está activa por todo el planeta. Descubrí que con la debida concentración, podemos conectar nuestros cuerpos con la señal. De esta manera, así como la tierra utilizó esa frecuencia para chingarnos la madre, nosotros la usaremos para poder levitar en el aire sin caer hacia el espacio y desplazarnos a hacia nuestros objetivos. Tercero: ejercicio, no quiero luchadores de sumo en esta infantería, necesitan desarrollar fuerza, tanto físico como mental. Sin la condición necesaria, no podrán mantener la frecuencia de 'Alatara' activa y se irán a la mierda. Cuarto: uso de armas de fuego. Ayer aprendimos que la debilidad de los 'Los Rubik', está en la cabeza, así que entrenaremos para que les revienten los sesos. Por último, aprenderán cuales son nuestros principales destinos, entradas y salidas; duración de la misión, etc., está prohibido que a uno de ustedes se les haya olvidado cagar y que decidan regresar a la mitad del camino. Tenemos el tiempo contado y no hay lugar para los débiles en esta campaña, ¿está claro? —dijo Steve.

Ella Está VivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora