Capítulo XXIV. La Cortina Azul

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(8 días: 19 horas: 35 minutos: 27 segundos para la extinción de la humanidad. Zona X.)

Nitrógeno - 50% - Disminuyendo
Oxígeno - 10% - Disminuyendo
Argón - 0,36% - Disminuyendo
Dióxido de Carbono 0,02% - Crítico
Vapor de agua - 0,09% - Crítico
Otros compuestos - 0,0% - Nulo

—Estos datos me están preocupando Steve, no soy científico pero alcanzamos una nulidad en nuestra atmósfera, no sé qué otras consecuencias puedan ocurrir allá afuera, ¿qué tal si perdemos la frecuencia? ¿Y todos salen volando sin control? —le preguntó Max, señalándole su laptop.
—No podemos quedarnos aquí sin hacer nada profesor. La mayoría de estos chicos, yo incluido, están dispuestos a luchar hasta el final. Usted sabe que no los podrá detener —le contestó.
—Sí, lo reconozco —confesó Max desanimado.
—También debe considerar que la Profesora Peril no podrá soportar otra pérdida de oxígeno, por más que nosotros la estemos proveyendo con los tanques.

—La Profesora Peril estará bien, yo me quedaré aquí y me haré cargo de ella si es necesario. ¿De acuerdo? —le contestó Max golpeando sus palabras.
—Sí profesor, comprendo, iré a levantar a los reclutas. Buen día —le contestó Steve dirigiéndose a las escaleras.

Había observado todo desde la habitación dónde nos quedamos el primer día. Acabé refugiado ahí porque los oí discutir desde muy temprano. Nunca notaron mi presencia.

Dicen que: "la curiosidad mató al gato", pero no podía dejar de pensar —¿Quién era y qué le sucedía a esa tal profesora Peril? ¿Por qué Max no le permitía la entrada a nadie?

Esperé a que Max entrara a la cocina con los soldados y a que Steve subiera a despertar a los demás, para averiguarlo. Contaba con una pequeña ventana de oportunidad para poder asomarme por la tela, la cual, colgaba al final de todo el barullo del centro de operaciones.
Me moví como un felino ante su presa, traté de no tirar nada de lo que había en los escritorios e hice el menor ruido posible. Llegué al visillo, extendí mi mano y la abrí muy lentamente; me topé con una mujer enchufada a varios tanques de oxígeno. Se encontraba inconsciente, su piel brillaba como si tuviera diamantes dentro de sus poros, tal y como las escamas de las bestias.

—¿Will?

Brinqué del susto, cerré la cortina y al levantar la mirada; me percaté que Max me veía fijamente.

—Lo lamento Max, no era mi intención —le dije.
—¿No? ¿Entonces? ¿¡Cuál era tu intención?! —me gritó con rabia, azotando su mano derecha en un escritorio.
—Perdóname, no debí hacerlo —le dije agachando la cabeza.
—¡¿Qué no entiendes que está muy delicada?! —dijo gritando con lágrimas en sus ojos y cerrando la cortina.

Los soldados salieron para que ver que estaba ocasionando el escándalo.

—Lo siento, está bien, no pasa nada —les dijo mientras trataba de disminuir la velocidad de su respiración.
—¿Profesor?, de verdad lo lamento, regresaré con los demás —le dije.
—No, ya estás aquí —me contestó.

No supe a qué se refería con eso. Di dos pasos hacia él, buscando alguna forma de reconfortarlo y no pude evitar preguntar:

—¿Ella es Peril?
—Sí —me contestó.
—¿Se está transformando?
—¡En una bestia! ¡Sí! —me gritó sollozando.
—¿Por qué?
—Ella no tiene la marca de 'Alatara', Will. La falta de oxígeno hace que las personas muten a esas cosas. Por eso la tengo bajo supervisión; el problema es que los niveles de oxígeno del mundo siguen disminuyendo y no sé cuánto más podrá soportar con los tanques —me dijo desesperado y viéndome a los ojos.
—Lamento que esto le haya sucedido, haré mi mejor esfuerzo para que eso no ocurra, le doy mi palabra —le dije en voz baja.

Ella Está VivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora