Capítulo XVIII. Los Hermanos Pearse

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(Día 3. Zona 'X')

Inesperadamente éramos ocho en el grupo, parecía un verdadero milagro habernos topado con estos chicos, dentro de este enorme laberinto. Habían bajado con una cuerda que guardaban dentro de una pequeña maleta. Nos tomó un par de minutos auxiliar a los pequeños, pero al final, logramos reunirnos en el estacionamiento, sentándonos en un círculo, como si fuera un campamento escolar.

—Hola —les dije nervioso—, mi nombre es William, William Thurman, ellos son: Jorge Cartwhite y Alexander Freeman. ¿Cómo se llaman ustedes?

Los niños del grupo no contestaron, nos seguían viendo con ojos alarmados. Al parecer la joven con la que viajaban era la líder, era una pelirroja de ojos cafés, tenía un vestido lleno de puntos, lodo y rupturas. Aun así, era una chica linda, pero creo desconfiaba en nosotros por cómo nos veía.

—Yo soy Lydia Simsky, ellos son los hermanos Pedro, Leonardo, Billy y Gregory Pearse.
—Mucho gusto —les dije.

Pero ninguno de ellos contestó, parecían estar asustados todavía.

—No han hablado mucho desde lo que ocurrió, son un poco tímidos —dijo Lydia en un tono cortante.
—¿Cómo fue que llegaron aquí? —le preguntó Alex
—Es una larga historia, si no les importa, dejémosla para otro momento.
—¿Acaso tú o alguno de ustedes, tiró esto? —le dije enseñándole el pedazo de papel escrito en Latín.

—No —volvió a contestar Lydia.
—Tan siquiera podrías decirnos, ¿de dónde vienen y si es seguro salir por dónde vinieron? —preguntó Jorge.
—Venimos de Fort Wayne y no. Ningún lugar es seguro —dijo fríamente.
—¿De pura casualidad, ustedes tienen esta marca en su muñeca izquierda? —les pregunté enseñándoles mi mano.

Al parecer, di con la gota gorda, porque los muchachos se pusieron aún más asustados, gritaron y retrocedieron aterrorizados.

—¡Tranquilos, tranquilos! —les dijo Lydia levantando la voz.
—Disculpen, no fue mi intención —les dije poniéndome de pie.
—¿Has terminado tú interrogatorio? —me dijo Lydia molesta.
—Te he pedido disculpas —le reiteré.
—Disculpa aceptada, ahora debemos irnos. Vámonos chicos, no podemos quedarnos aquí a platicar.

Los demás se pusieron de pie y se dirigieron al hueco por donde había entrado.

— ¡Espera! ¿No crees que estaríamos mejor si vamos juntos? —le insistí.
—No necesitamos su ayuda, estamos bien así.
—No es como si hubiera muchos caminos a donde ir, todos vamos a la misma dirección —le dijo Jorge.
—Pues nosotros iremos al frente y no se molesten en seguirnos el paso, vámonos.

Lydia y los hermanos se metieron al hueco, dando vuelta a la derecha.

—Para donde vas es un callejón sin salida —volvió a insistir Jorge.

Lydia lo vio con desprecio y cambió su dirección como si su dignidad hubiese sido pisoteada.

—Que tipa tan especial ¿de dónde cree que salió? —dijo Jorge.
—No lo sé pero hay que estar atrás de ellos, aunque sea en contra de su voluntad —le dije.
—Yo opino lo mismo, pueden necesitar de nuestra ayuda, los niños sobretodo —dijo Alex.

Regresamos al túnel, Jorge sacó su lámpara e inició a iluminar el camino. Podíamos ver cómo Lydia y los hermanos iban un poco más adelantados con sus propias lámparas en mano; preferimos guardar nuestra distancia. Quizá no sea un buen momento para socializar con ellos.

—¿Una vez más se te presentó el espectro Will? —me preguntó Alex.
—Sí, ahora lo siento más cerca que nunca.
—¿Qué crees que quiera, quién crees que sea?
—No tengo idea, pero su presencia me da escalofríos. No sé si me esté volviendo loco.
—Júralo que si Will —dijo Jorge bromeando.
—Gracias amigo —le dije riéndome.
—¿Y ahora que será este pedazo de papel? —preguntó Alex.
—Tú eres el científico amigo, si tú no sabes, nadie sabrá —dijo Jorge.
—Creo que debes guardarlo en tu mochila Jorge, tal vez signifique algo —le dije.

Ella Está VivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora