Capítulo 1

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El día en que Dante y Gabriel se conocieron el mundo se detuvo a observarlos. Fue de esos momentos extraños en que dos desconocidos que no sabían del impacto que causarían en la vida de otros, se hicieron amigos. Es como si hubieran estado destinados a encontrarse aquel día.

Simplemente no pudieron evitar hacerse amigos.

El calendario marcaba el día 23 de julio del 2004, un día martes. Todas las personas estaban fuera de sus casas ese día, pues el clima estaba perfecto para salir a pasear. Incluso la familia de Gabriel, los Báez, decidieron que ese día tenían que salir al parque. Una decisión muy extraña, ya que ellos no eran precisamente ese tipo de personas que amaban estar juntas, al menos no por parte de sus padres. Eran la antítesis de una familia amorosa.

Sin embargo, Gabriel no cuestionó la noticia cuando su madre abrió la puerta de su sala de juegos para decirle que saldrían al parque. Obviamente sí se extrañó en sobremanera, no había visto a su madre en una semana y justamente el día en que llegaba le decía que saldrían con su padre.

Una muy grata sorpresa, de hecho, pues hacía horas que Gabriel estaba considerando seriamente escapar de casa para ir al parque. Claro que no lo había hecho, no habría sabido como llegar era lo único que lo detenía.

Su madre, Alejandra Dávila, era una mujer alta, de clase, su cabello rubio siempre le había hecho creer que su mamá era un ángel. Al menos ese era el primer recuerdo que tenía de ella, un ángel en su memoria. Sin embargo con el tiempo se dio cuenta de que era un ángel frío, uno que veía una vez a la semana, si tenía suerte.

Pero a pesar de que la mujer rubia era fría, no le causaba tanto temor como el hombre rígido. Su padre, Humberto Báez, un hombre alto y musculoso, un exitoso empresario, un lobo en los negocios, siempre lograba aterrorizarle con sus miradas frías. Nunca lo había hecho enojar y esperaba no tener que hacerlo nunca, lo que menos quería era estar desde ese lado malo de él.

Si lo pensaba bien, sus padres no eran personas a las que amaría solo porque sí, de hecho, estaba seguro de que a veces los amaba sólo porque eran sus padres. Y a los padres se les ama por el hecho de serlo, ¿no?

Sin pensarlo más de dos veces se apresuró a cambiarse de ropa, siempre intentando lo mejor de sí para que sus padres lo vieran con buenos ojos. Cuando bajó a la sala su padre esperaba sentado al centro con un periódico entre sus manos. En el papel se podía leer la noticia de un señor que había sido encarcelado por haber golpeado a su esposa. Un hecho muy lamentable.

En cuanto su padre notó su presencia se levantó del asiento y dobló el periódico. Observó con detenimiento la vestimenta de Gabriel, su expresión le advirtió de que a su padre no necesariamente le agradaba su vestuario. Sin embargo, para sorpresa de él, no dijo nada.

Algo estaba pasando aquel día y él no se daría a la tarea de averiguarlo si es que por eso lo llevaban al parque.

El tenso silencio que se había hecho en la sala de estar fue interrumpido por el taconeo de las zapatillas de su madre al bajar las escaleras. Ambos se acercaron al sonido, Gabriel detrás de su padre. Alejandra estaba vestida de manera casual, con unos pantalones grises y una blusa azul, se veía muy hermosa, incluso el color de su vestimenta la hacía verse como un ángel.

Pero ese ángel era de los fríos, no de los malos porque si algo le gustaba de la mujer que era su madre era de que nunca le pegaba. No como la mamá de su vecino que era una mujer mala que le pegaba a su hijo.

Todos juntos se dirigieron a la camioneta en donde Carlos, el chofer de la familia, los esperaba con la puerta abierta.

-Buenos días, joven Gabriel.

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