Azriel no tenía idea alguna de hacia donde se dirigían, sólo sabía que no le importaba del todo, caminar era uno de los pasatiempos que últimamente había adoptado, y es que prefería caminar que quedarse encerrado en un lugar. Aunque no podía decir que en ese momento se sintiera del todo cómodo, con Gabriel ya estaba acostumbrado, pues para él, el rubio, era un tipo muy agradable, nada parecido a las amistades que alguna vez tuvo. En pocos días se había acostumbrado a la presencia del otro, era interesante pasar el rato con él, e incluso estaba considerando su propuesta de salir durante las vacaciones, suponiendo que se sintiera con ganas de salir de su casa o de que le dejaran salir, sin embargo, el otro chico era una historia distinta.
Dante resultaba intimidante, su mirada tenía un brillo de maldad que le inquietaba, se notaba levemente perverso con sus ojos oscuros, la comisura de sus labios se alzaban en una sonrisa burlona, todo eso acompañado de un corte que nada encajaba con su mirar, pues estaba destinado para chicos que daban la imagen de ingenuos y buenos. Azriel era más bajo que el castaño, por varios centímetros, los cuales podrían resultar una desventaja, pero ese no era el problema en lo absoluto, no es como si tuviera un complejo por su estatura, eso jamás lo ha detenido de meterse con chicos muchos más grande que él, el problema era que Dante le recordaba a esa amistades que dejó atrás y que estuvieron en su peor momento, y no para bien. Tal vez por eso se sentía reacio a mostrarse agradable con el amigo de Gabriel.
Sin embargo, Dante no parecía para nada incómodo con la actitud que estaba tomando, por el contrario, para el castaño todo eso pasaba desapercibido.
La verdad es que no le interesaba para nada, levemente notaba la forma en la que Azriel lo observaba, pero lo atribuyó al hecho de que se acababan de conocer y el pelinegro se notaba un tipo tímido. Muy pocas cosas lo cohibían, además de que no era del tipo asocial, por el contario, prefería el término encantador pero peligroso, si es que se podía aplicar a él tal combinación. Podría parecer alguien antipático y grosero- aunque esto último sí lo era en cierta medida-, pero la verdad es que podía resultar agradable si se lo proponía. Justo como en ese momento.
-¿De dónde eres?- le preguntó a Azriel. Este lo miró sin pestañear.
-Soy de aquí.- se limitó a contestar.
-Pareces extranjero.
-Tengo ascendencia asiática, tal vez sea eso.
-No lo creo, pareces más del tipo europeo.- le dijo Dante poniendo los ojos en blanco, el otro no tenía nada de asiático.
-¿En serio?- preguntó interesado Gabriel, observando mejor a su compañero de clases.
-Sí, al menos eso es lo que dice mi familia.
-Me gustaría tener ascendencia Inglesa.- mencionó el rubio como si nada.- Sería interesante.
-Yo digo que te quedaría mejor la francesa.- dijo Dante, dándole un repaso con la mirada a su mejor amigo.
-¿Será porque me veo elegante?
-¿Has escuchado eso de que los franceses no se bañan?- Azriel sonrió por lo bajo ante la broma del castaño.
Gabriel tan sólo bufó y pasó sus manos por su saco quitando las arrugas imaginarias.
-Voy a hacer como si no hubiera escuchado.
-Es lo que hacen las personas que no tienen nada inteligente para contestar.
-Soy demasiado educado para caer en tus juegos.
-O demasiado lento.- añadió Azriel sin poder evitarlo. Dante sonrió encantado.
-Se supone que debes estar de mi lado.- le recriminó Gabriel.
ESTÁS LEYENDO
ESTIGMAS
Teen Fiction"Debiste haberle salvado, pero ni siquiera puedes salvarte a ti mismo." Las palabras se repetían cuando cerraban los ojos y recordaban esos días. Ellos eran los mejores amigos que todos querían tener, todos los veían como hermanos, pero jamás se d...