Capítulo 8

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Dante caminaba sobre la calzada cercana a su escuela, su mochila colgaba de un brazo únicamente, pues por culpa de la riña en la que se había visto envuelto, una de las azas se había roto en dos, colgando una parte de abajo y otra de la parte de arriba, por suerte aún servía para poder llevar sus útiles escolares, aunque no eran muchos, ya que lo único que había dentro era una libreta, un par de lapiceros y dos libros que al parecer no se utilizaban ese día, otro motivo más para que le dieran un reporte. Era su segundo en el año y uno más significaba que se iría suspendido, y a pesar de odiar la escuela, eso era algo que no quería, no sino era su culpa.

Porque esa vez no había sido su culpa, simplemente le tendieron una trampa, al menos así lo consideraba. Dante estaba tranquilo ese día, incluso estaba prestando atención a la clase cuando sintió que algo le golpeaba la cabeza, la primera vez no hizo caso, pero no pudo ignorarlo por tercera vez seguida. Detrás de él se sentaban un par de chicos que le caían mal, a los que llamaba inútiles, eran demasiado engreídos por su propio bien y solían burlarse de todos, eran esa clase de chicos que él odiaba y que deseaba golpear cada vez que veía, pero no lo hacía por querer evitarse problemas y que su madre tuviera que ir a hablar a la escuela.

Los chicos se le quedaron viendo con sonrisas burlonas, él no cayó en la provocación por lo que sólo los observó como si fueran unos insectos, debajo de su silla vio las bolas de papel, regresó su mirada y alzó su ceja. Regresó a su lugar, él no se iba a rebajar a hacer lo mismo. Pero ellos no se detuvieron, lo hicieron durante toda la clase, hasta el punto de que Dante sabía que si se paraba los haría rogar por piedad.

Se controló lo mejor que pudo, podría ser alguien un tanto violento, pero ahí de levantarse en medio de la clase y darle un par de puñetazos a sus compañeros no era algo que estuviera en sus planes, aunque ganas no le faltaban.

Para suerte de esos chicos, la clase terminó sin incidente alguno. Dante lo dejaría pasar por esa vez, su maestra le había pedido que se quedara para hablar con él y preguntarle la razón por la cual no había hecho la tarea. Él no dijo nada, pero la razón fue que su padre borracho no le había dejado pasar por su mochila que estaba en la sala.

Salió un par de minutos más tarde que los demás al receso, la cafetería estaba llena y aunque quisiera no podía comprar nada, los únicos diez pesos que traía no le eran suficiente para saciar su hambre, así que sería otro día sin comer nada. Se dirigió entonces a la cancha de baloncesto, para así al menos no aburrirse tanto y esperar a que pasaran los últimos minutos del receso para regresar a clases. Esperaba que todo fuera normal, a pesar de lo ocurrido en clases, sin embargo sus compañeros de clase tenían planeado algo más.

A lo lejos observó a Alberto acercarse con su sequito de inútiles, llamados Ernesto alias inútil uno y Víctor alias inútil dos. Dante no se movió de su lugar, permaneció ahí observándolos caminar hacia él, conscientemente siendo una provocación para ver si eran tan valientes como para acercarse a él.

Les reconoció el mérito cuando los tres chicos llegaron a donde él, Dante esperó a que fueran ellos quienes rompieran el silencio, con una postura relajada les sonrió.

-Siempre me pregunté si eran cierto lo que decían de ti.- habló Alberto con su voz llena de provocación.- Pero eres insignificante.

Dante no contestó, por el contrario, parecía ajeno al hecho de que le habían hablado. El chico se acercó más a él e invadió su espacio personal.

-¿Tienes algún problema?- le preguntó Dante con inocencia. Los chicos que jugaban en la cancha se acercaron para ver que pasaba, él sabía que si había una pelea ahí, sería el más perjudicado, todos estarían de lado de los otros, mientras que a él le echarían de cabeza a la dirección.

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