Gabriel bajó la mirada para leer el mensaje que le había llegado, era de un número desconocido por lo cual se le hizo extraño que tuviera varios mensajes del mismo desde hacía rato. Al leerlos se percató de que eran de la tía de Azriel, Olivia Zabala, quien le preguntaba si su amigo estaba con él. Si tuviera que adivinar el humor de la mujer al escribir, Gabriel tendría que decir que sería preocupada, ya que no era sólo un mensaje el que tenía, por lo cual supuso que llevaba tiempo queriendo contactarse con el pelinegro.
-¿Qué fue?- preguntó Nicolás mientras tomaba el último sorbo de su bebida. Gabriel lucía preocupado, por lo cual decidió preguntar el menor.
-Nada.- contestó sin parecer convencido. – ¿De casualidad no sabes dónde está Azriel?
Nicolás se encogió de hombros. –En su casa, supongo.
-Al parecer no.- murmuró.
-¿Por qué? ¿Le pasó algo? – se preocupó el otro.
-No sé, sólo sé que lo están buscando.- se limitó a decir, no quería pensar que algo malo pudiera haberle pasado, por lo cual negó como si aquello fuera imposible, pero incluso diciéndose aquello, su mente le jugaba mal, recordándole lo que pasó con Rafael.
-¿Se escapó de casa?- preguntó curioso el menor. –Pensé que era mayor de edad.
-Ellos deben estar preocupados.
-Tal vez salió con alguna chica y no quería decir nada. Debe estar bien.- Nicolás le quitó peso al asunto.
-Azriel no es de esos.
El pelinegro era alguien responsable a pesar de todo, incluso cuando tardaba en regresar a casa siempre intentaba avisarle a su tía de que llegaría tarde, para así no preocuparla y recibir un regaño de su parte; por eso es que Gabriel empezaba a sentirse preocupado, aunque también puede que estuviera siendo exagerada. Ya una vez había visto como se enojó porque Azriel había llegado diez minutos después de la hora que le había dicho.
Olivia solía exagerar y preocuparse demasiado, pero Gabriel sabía que detrás de esa inquietud había algo más que sobreprotección hacia lo que su sobrino hacía. Él nunca se atrevió a preguntar, sin embargo, sabía que tenía algo que ver con la muerte de los padres de Azriel.
-Debe estar bien.
-Sí.
Nicolás sabía que Gabriel seguía pensando en los posibles lugares donde el amigo de ambos podría estar, por lo cual en cuanto vio que el rubio se levantaba de su lugar, se dispuso a acompañarlo a donde fuera.
-Lo irás a buscar, ¿cierto?- preguntó mientras que el otro arrancaba la camioneta. –Si es así, te acompaño, no tengo nada mejor que hacer, pero repito, él está bien.
-Sólo quiero cerciorarme.
Ninguno lo dijo, pero lo pensaban. El más afectado por el suicidio de Rafael había sido Azriel, ambos eran más cercanos de lo que ellos podían comprender, el lazo que los unía era diferente al que ellos tenían con Rafael. Porque a pesar de que eran amigos y que se querían, no podían comprender que el dolor era un lazo aun más fuerte, por ello que los otros dos pudieran comprenderse tan bien. Ninguno de ellos, -Gabriel, Dante y Nicolás- los juzgaban o se sintieron alguna vez excluidos.
Eran capaces de reconocer que el dolor que ellos sentían no era igual al de Azriel. Su sufrimiento traía consigo una gran soledad, porque para él fue como perder al hermano que nunca tuvo, porque él sentía que volvía a quedar solo.
Gabriel tenía a Dante y Nicolás los tenía a los tres, pero Azriel sólo tenía a Rafael, su amigo en el dolor y en la comprensión de esa culpa con la que cargaban. Porque Gabriel lo sabía, el pelinegro cargaba con dolor y tristeza, algo que nunca había hablado con él, pero que en silencio había comprendido. Nunca quiso obligarlo a hablar, pero esperaba que algún día el pelinegro se abriera con él y le contara todo, para así acompañarlo en su pena.
ESTÁS LEYENDO
ESTIGMAS
Teen Fiction"Debiste haberle salvado, pero ni siquiera puedes salvarte a ti mismo." Las palabras se repetían cuando cerraban los ojos y recordaban esos días. Ellos eran los mejores amigos que todos querían tener, todos los veían como hermanos, pero jamás se d...