Capítulo 6

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Gabriel seguía sin sentirse cómodo sobre el hecho de saber que su amigo era golpeado por su padre, era algo imposible de ignorar, durante el día permanecía callado sobre ese hecho, pero cuando llegaba a casa y se preparaba para dormir, no podía dejar de imaginarse lo que el padre de Dante le pudiera estar haciendo, incluso muchas veces se imaginó diciéndole a su padre para ayudar a su amigo. Dentro de él había culpa, porque permanecía en el silencio, a pesar de que su amigo se lo pidió no podía dejar de sentir como que debería hacer algo, como ayudar, tal vez hacer que Dante se fuera a vivir con él, pero sabía que sus planes siempre serían desechados por el otro.

Tanto Dante como él no volvieron a tocar el tema por varios días, no en voz alta, porque el tema siempre estaría en sus mentes, pero parecía mejor no enfrentarse a la verdad, y puede que las cosas no cambiaran mucho, pero lo hicieron en lo importante, Dante ya no tenía que preocuparse porque Gabriel conociera su secreto, ya no podía acobardarse, no es como si pudiera volver el tiempo atrás y evitar que Gabriel fuera a su casa, así como nada haría desaparecer el hecho de que ahora el niño rico sabía uno de sus secretos; y Gabriel sabía que su amigo comenzaba a confiar en él, la confianza que antes no había iba creciendo entre ellos dos, Dante estaba asustado de que un día se le saliera decir todo lo demás que se estaba guardando. No lo admitiría, pero empezaba a confiar en Gabriel y lo estaba considerando su gran amigo. Su único amigo, porque no se imaginaba poder encontrar a más personas con las cuales compartir su vida.

Si de algo estaba agradecido con el niño rico es que no le veía diferente, para él seguía siendo Dante y eso estaba bien. No quería ver la pena reflejada en su mirada, no dirigida a él. No quería su lástima.

La razón por la que evitó hablar de ese tema otra vez fue porque aun sentía miedo y vergüenza, quería hacer como que no era verdad, porque al final la situación en su casa no cambiaría, no hasta que ese hombre se fuera por fin, hasta que su madre decidiera huir.

Estar ahí, los dos juntos, como niños, jugando y riendo, es la vida que no siempre tenía. Esas tardes en el parque le hacían olvidar lo que le esperaba en casa, de la tristeza que sentía cuando su mamá le acariciaba el cabello pidiéndole perdón y de él odiando.

Después de esa vez su padre le volvió a golpear, claro que eso no era una sorpresa, sin embargo esta vez no tuvo que preocuparse por Gabriel, quien sí se dio cuenta de los moretones. Una mirada bastó para que él comprendiera que es lo que había pasado, pero en esa misma mirada había tantos sentimientos, que ambos permanecieron en silencio, procesando como se sentían. No dijeron nada, no fue necesario.

Y así fue en las siguientes veces que a Dante lo golpearon. Una mirada bastaba para que supiera que no estaba tan solo.

Una mirada bastaba para sentir el dolor del otro.

Durante sus 14 años algo hizo que Dante cambiara, con normalidad corría lejos de casa para aislarse de todo el mundo cuando algo malo ocurría, cuando sus sentimientos se descontrolaban y ponían ideas en su mente que le hacían odiar lo que más quería, estar solo le hacía pensar con tranquilidad y reflexionar más allá del enojo, sin embargo esa vez no quiso estar solo, pero no fue ese deseo lo que lo llevó a colarse una noche en la casa de su amigo.

Cuando creció aún no podía entender que fue lo que lo llevó a la casa de Gabriel esa noche. Tal vez fue el miedo que sintió al pensar que su mamá podía morir.

Ese día, el invierno estaba cerca, y para ser otoño hacía calor, con normalidad cuando era esa temporada del año se podía sentir el frio inminente del invierno cercano, sin embargo aquel día era todo lo contrario, cualquiera pensaría que era verano, el calor era soportable, pero a Dante le desesperaba, porque su idea de otoño siempre se vio adornada de abrigos, deseaba que el calor se fuera para poder usar su sudadera favorita.

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