Rafael se sentía apreciado, su respiración tranquila se había agitado y su corazón se había saltado dos latidos cuando Azriel había caminado hacia él y le abrazó. No fue un abrazo emotivo ni mucho menos cargado de euforia, fue más bien algo tranquilo, como si lo hicieran todos los días. Ninguno quería ponerse en evidencia, es por eso que fueron tan sólo un par de segundos lo que duró el abrazo, segundos en los que le deseó feliz cumpleaños a Rafael, y con una sonrisa se había alejado de él, como si fuera lo más normal de mundo.
Rafael no había hecho ademan de abrazarlo de regreso, la verdad es que no se esperaba que su amigo se mostrara tan afectivo con él. No tuvo tiempo de abrazarlo de regreso, sin embargo, había sonreído sinceramente como no lo había hecho en días, fue un leve movimiento en sus labios, pero que pareció suficiente para su amigo.
-Muchas gracias.- dijo Rafael, luego de controlar los pensamientos que tenía en su mente. Eran tan abrumadores, algunos buenos y otros malos, pero por un momento se sintió bien.
Se sintió querido.
Para Azriel no pasó desapercibido que durante todo el camino de ida al lugar en donde se encontrarían con el otro par Rafael estuvo más callado de lo normal.
El pelinegro notaba a su amigo más apagado de lo normal, y no es que pareciera enojado o estresado, había algo de tristeza en los ojos del mayor, aunque intentaba ocultarlo, ya que reía cuando debía reír, pero eran tan leve su risa que el otro sabía que sus palabras no eran para nada graciosas.
Rafael supo que estaba bajo el escrutinio de Azriel, y es que no se estaba esforzando mucho en notarse alegre, sin embargo, tampoco estaba siendo del todo infeliz. Estaba pensando sobre sus últimos días, sobre el hecho de que el primer abrazo que recibía en su cumpleaños había sido por parte de a quien empezaba a considerar como su mejor amigo, y que, a pesar de todo, se sentía melancólico por todo lo que no tenía, incluso cuando sentía como una energía se habría paso en su interior, haciéndolo sentirse levemente feliz, casi ansioso por llegar a donde estaban los demás y ver que le habían preparado.
-¿Está todo bien, Rafael?- le preguntó, ya no pudiendo ignorar el humor de su amigo.
Rafael le dirigió una mirada brillosa. De pronto la garganta del mayor se sentía cerrada, no podía contestar algo coherente. Carraspeó y contestó lo mejor que pudo.
-Sí.
-No lo parece.- insistió Azriel, su cabeza inclinándose a un lado, intentando ver algún indicio de verdad en la mirada de su amigo.
Rafael se encogió de hombros.
-Sólo estoy un poco cansando, he estado trabajando mucho.
-¿Por qué me mientes?- espetó Azriel sin evitarlo. El mayor pareció sorprendido, pero rápidamente adquirió una postura relajada.
-¿Por qué crees que te estoy mintiendo?- preguntó, observándolo con una sonrisa levemente altanera.
-No soy tonto, Rafael.
-No dije que lo fueras.
-Déjame hablar.- Rafael asintió accediendo a callarse.- Sé que algo te pasa, pero no quieres decirnos, llevamos siendo amigos desde hace más de un año, y como parece que no lo sabes, te lo diré.- Azriel permaneció en silencio mientras encontraba las palabras para decir lo siguiente:- Puedes apoyarte en mí. Si en algún momento necesitas ayuda, yo estaré ahí, no importa qué.
Rafael estaba realmente conmovido por las palabras de su amigo, tanto que quiso llorar, sin embargo, tan sólo sonrió como solía hacerlo, sus ojos cerrándose levemente y sus manos apretándose a su costado.
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ESTIGMAS
Teen Fiction"Debiste haberle salvado, pero ni siquiera puedes salvarte a ti mismo." Las palabras se repetían cuando cerraban los ojos y recordaban esos días. Ellos eran los mejores amigos que todos querían tener, todos los veían como hermanos, pero jamás se d...