Capítulo 5

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Carlos le regañó cuando volvió al parque.

¿A dónde fuiste?, le preguntó, pero él no pudo decir ni una palabra, ni siquiera le prestó atención al regaño que le daba el adulto. Su mente estaba en la casa de su amigo, aquella imagen que había proyectado Dante tirado en el suelo le seguiría por mucho tiempo y estaba seguro de no olvidarlo jamás. Ahora más que nunca es que quería saberlo todo sobre la vida de Dante.

Debió haber hecho algo, pero Dante negó con la cabeza cuando le vio, como si creyera que por su mente corría la idea de ir hacia él, sin embargo su amigo se equivocó, él jamás hubiera corrido dentro de la casa a recibir los golpes por él, porque justo ahora se daba cuenta de que tuvo miedo, así que sólo huyó. Sabía que Dante no lo tacharía de cobarde, porque le había dado la oportunidad de dar media vuelta y huir. Pero eso no lo hacía sentir mejor, por el contrario, sentía vergüenza por sus acciones, porque cualquier otro hubiera ido en ayuda de Dante. Jamás se había enfrentado a una situación así, y aunque las había visto en la televisión, esperó jamás tener que hacerlo en la vida real. Uno pensaría que sería más valiente, porque era algo que sospechaba, que Dante era golpeado en casa, pero cuando vio la realidad, sólo pudo pensar en querer no estar presenciándolo.

Él sólo dio media vuelta y corrió lejos, ¿es lo que hacían todos los hombres? ¿Dar media vuelta ante lo desconocido? ¿Ser cobarde?

Era claro que tenían que hablar, Gabriel ya no permitiría que su amigo se quedara callado, a su edad ya podía muy bien comprender que lo que ocurría en casa de Dante no era bueno. Sufrían de maltrato, no solo su amigo, sino que estaba seguro de que su mamá también lo hacía.

¿Por qué lo permitían? Tal vez por la misma razón que él había huido, por miedo. Debía redimirse, ayudaría a su amigo, pues quería dejar su vergüenza atrás y encontrar un camino nuevo hacia lo que lo haría valiente. Nadie debía sufrir aquella situación y él no debía quedarse sin hacer nada, no por segunda vez.

Ellos tenían más de un año de conocerse, y estaba seguro de que esas agresiones tenían aun más años. ¿Por qué aquel hombre lo lastimaba? Podía comprender porque alguien podría permitirlo, pero no entendía porque aquel hombre hacía lo que hacía.

¿Cómo es que el hombre puede hacer tanto daño con sus manos?

Durante los días siguientes Dante no regresó y temió que ya no lo hiciera más después de que se enteró de su secreto, si es que era el único que tenía. Consideró volver a ir a su casa, pero la última vez que fue no salió muy bien, además de que no estaba seguro de qué haría si veía a aquel hombre. Paciencia era una virtud de la que gozaba, o que al menos empezaría a practicar, así que esperaría, porque algo le decía que Dante volvería.

Claro que lo hizo, aunque Dante lo pensó por mucho tiempo, no quería que Gabriel lo viera diferente, no quería que le tuviera lástima o que le hiciera preguntas las cuales no podría responder, pero regresó, porque sintió que debía hacerlo, porque algo siempre le llamó a estar con su amigo.

El rostro de Dante no estaba magullado, la única marca del asalto de aquel hombre estaba cerca de su mejilla, una simple marca pequeña, que dentro de unos días ya no estaría.

-Juguemos.- dijo Dante en cuanto llegó a lado de Gabriel.

Así que harían como que nada había ocurrido, Gabriel estuvo de acuerdo, pero sólo lo haría por esa vez, ya no se quedaría callado.

-¿A qué?- preguntó luego de un rato. Dante se encogió de hombros.

-¿Trajiste tu pelota?

-No.

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