Epílogo.

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"Tiene que estar, tiene que estar en algún lugar, Zayn, ayúdame." Balbuceó Louis entre llanto mientras sostenía una vacía botella de alcohol.
"Amigo, han pasado seis meses, ya hemos buscado en cada rincón del país, ya llamaste a cada aduana en el mundo, todos están buscándolo. Si no ha aparecido aún eso podría significar que..." No pudo terminar su oración debido al fuerte golpe que Louis dejó en su mejilla. Zayn no reaccionó, entendía que no debió sugerir la muerte del omega. No cuando él sabía perfectamente dónde estaba.
"No está muerto, no, no, no, no, no. Tú no sabes nada, tú no sientes esto en el pecho. Yo sé que está vivo, yo sé que lo tendré conmigo pronto." Murmuró mientras se levantaba de la silla de su oficina, su respiración era pesada, sus ojos estaban hinchados, su cuerpo estaba lleno de cicatrices, las cuales causó él mismo cuando a su mente llegaban escenas de su omega despertando en su pecho, para luego despertar con la amarga realidad de él completamente solo. Esto le ocasionaba tanta ira que la descargaba rasguñando su propia piel, golpeando paredes y fumando hasta sentir que no podría respirar nunca más.

Louis había perdido la cabeza.

Seis meses más tarde, Louis se había resignado, ya se había acostumbrado a aquella sensación permanente de vacío, estaba resignado a no encontrar a Harry nunca. Ni siquiera su propia familia sabía algo de él, todos lo daban por muerto. La empresa de su padre sacó toda una línea de joyería de esmeraldas y rubíes en honor a su hijo perdido.  Esmeralda por esos ojos verdes, capaces de transmitir un mundo de sentimientos. Rubíes por esos labios rojos, los cuales habían sido la perdición de cientos de alfas.
Louis colocó una pequeña placa de oro en uno de sus jardines, tan pequeña que nadie la notaría, siempre sería sólo su secreto. Todos los días le llevaba flores, todos los días se sentaba y fingía tener una conversación con aquel pedazo de metal. Normalmente no podía evitar derramar algunas lágrimas cuando se daba cuenta de la realidad.

"Amor, perdóname por llegar tan tarde. No te pongas celoso, solo había mucho tráfico." Mencionó Louis con un enorme ramo de flores coloridas en sus manos. Se sentó en el césped y suspiró con cansancio. "Sí, tuve un día muy duro." Mencionó mientras colocaba las flores a un lado de aquella placa dorada. "Hoy también te extrañé muchísimo, mi príncipe. Cada día se me van más las ganas de seguir sin ti. Mis amigos siguen jodiendo con eso de dejarte ir.
Harry, no quiero dejarte ir. Quiero ir contigo, ya no puedo vivir un día más sin tus labios, sin haberte dicho cuánto te amo, te fuiste y jamás pude tenerte por completo. En el fondo aún tengo la esperanza de cruzarme contigo algún día, de saber que no estás muerto." Murmuró acariciando la placa, así como habría acariciado las mejillas de su omega. "Amor, ya tengo que ir a la cama. Te amo, descansa, bebé. Nos vemos pronto." Se despidió antes de ir a dormir.
(...)
Un día más en la oficina, un día más sin su omega, un día más sin sentirse vivo.
Louis caminaba por los pasillos, fumando un cigarro, sin importarle que era un espacio cerrado. Los aromas de las omegas a su alrededor lo hacían querer vomitar. Ninguno se semejaba a aquel aroma a lavanda y vainilla.  Ninguno pertenecía a un lindo omega de ojos verdes. Al sentarse en su silla, se giró para ver por la ventana. "Ojalá estuvieras aquí hoy, ojalá pudiera sentarte en mi regazo y besar esas bonitas mejillas." Murmuró con pesar mientras se giraba nuevamente para terminar de archivar esos documentos que lo estaban enloqueciendo. Sería un día largo, aunque siempre lo era considerando ese vacío en el pecho que lo hacía querer arrancarse el corazón. 

En el otro lado del mundo, un alto omega de ojos verdes como el césped durante la primavera tenía un pequeño ataque de pánico al llegar al aeropuerto. "Se lo prometiste, Harry, tienes que regresar." Se repitió a sí mismo esas palabras millones de veces mientras esperaba, sin embargo tenía mucho miedo. Tenía miedo de encontrar a Louis con otro omega, de encontrarlo casado y con hijos, o tal vez muerto. Tenía miedo de que todos lo odiaran. Él sabía que lo buscaron con desesperación, sabía que su rostro estaba en televisión todos los días, que su padre había pagado millones de euros para que su nombre se repitiera en cada medio de comunicación.  No sabía qué les diría, lo más probable era que les dijera que estuvo secuestrado, que apenas logró escapar, incluso pensó en meterse en una pelea de bar para llegar a Italia llenó de moretones y rasguños, sin embargo sabía que no dejaría que alguien lo golpeara, sin importar cuán ebrio estuviera, Harry Styles nunca recibía un golpe sin dar dos más. 

Dark DaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora