Capítulo siete

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—Emm... no—el color se me subió a las mejillas al haber sido descubierto en mi análisis visual de aquella maravilla que era su rostro.

Después de un silencio incómodo, en el ordenamiento de ideas, nuevas sensaciones y miles de cosas que hacían que mi estómago se moviera, una luz llegó a mi razón y pudo conectar con mi lengua logrando hacer salir mi voz.

—Amm... me decías que Gakushū-san había aceptado. ¿Cuándo sería?

—Bueno, si quieres, mañana mismo—comentó muy animado.

—Mañana... Pero, ¿qué tal si le dan a Akari el trabajo?

—Buen punto, entonces sería, quizá, hasta el domingo—reflexionó.

—No falta mucho, de todas formas—dije, sabiendo que mañana era viernes.

El mozo llegó y colocó los platos delante de nosotros. El olor a queso fundido de la lasaña se adentró en mi nariz y mis tripas rugieron. La sonrisa de Karma, apareció fugaz en sus labios junto el tímido rubor en mis mejillas.

Mientras comíamos saqué varias fotografías del lugar y justamente —como la vez anterior—, el rostro de Karma, apareció furtivo entre algunas. No sabía qué pasaba, ni por qué cada vez que él hablaba me maravillaba tanto. Ni siquiera sabía por qué cuando me miraba algo se removía en mi estómago, ni mucho menos por qué cuando mencionaba mi nombre me sentía especial. Eso me obligó a pensar en Akari y sin saber tampoco por qué, me sentí culpable de pronto.

Todos mis intentos por hacer que él no pagara mi comida fueron en vano.

—Soy un caballero—terminó por decir y antes de que yo refutara algo tendió el dinero sobre la mesa.

Me llevó de regreso hasta el departamento de Akari, mientras que la fierecilla rogaba encontrar alguna manera de extender el tiempo y si era posible hacerlo parar. Aquello me daba miedo, porque yo también lo deseé.

Cuando llegamos, él subió conmigo, encaminando sus pasos junto con los míos.

—Espero que a Akari le hayan dado el trabajo—musité, mientras mis pies, medio cansados, subían desganados los escalones del edificio.

—Yo también. Sueña con eso desde hace tiempo—concordó.

—Exacto, sé que la haría bastante feliz estar dedicando su tiempo a algo que le gusta hacer bastante—sonreí.

Abrí el departamento y oí el chasquido de la llave al quitar el seguro, entonces Karma, siguió mis pasos y se adentró también. Una rara combinación entre la extrañeza y la emoción creció repentinamente en mi fuero interno.

Me le quedé mirando cuando cerró la puerta.

—Son las tres treinta, seguro que le dieron el empleo—dijo, observando el reloj que colgaba de la pared.

— ¿Tú crees? —cuestioné. Sentía a la fierecilla celebrar de emoción y no precisamente por una buena razón.

—Sí, ¿te molesta si la espero? —preguntó, jugando con una manzana que había tomado de algún lugar en la cocina.

—No, por supuesto que no, siéntate.

La fiera celebró aún más, el tiempo con Karma se me había expandido, al menos hasta que Akari llegara. Esa última idea no le agradó del todo a la fierecilla.

El día terminó. Akari, había llegado pasadas de las cinco de la tarde anunciando jovialmente su nuevo empleo y Karma, luego de tres horas se había marchado.

Manual de lo prohibido 「Finalizada」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora