Capítulo treinta

1.4K 280 67
                                    

Conforme pasaban los días, la culpa no desparecía, sino que, por el contrario, iba aumentando. Caminé por las calles que ya conocía para llegar hasta el laboratorio de fotografía de los Nakamura, donde se encontraba una de las pocas personas que sabían comprenderme y apoyarme. Aunque, esta vez hablar con Rio no sería tan sencillo ya que Hiroto me acompañaba. Se ofreció en seguida de que me encontró en el pasillo del edificio y supo que me dirigía para acá.

— ¿La invitarás a salir?

— ¿Crees que diga que sí?

—Por supuesto que sí.

—¿Crees que le guste?

—Eso... averígualo hoy.

Cuando llegamos Hiro se plantó detrás de mí, como un niño totalmente tímido pero los ojos azules de Rio chispearon al verle. Me hice a un lado para no obstruir su vista y la sonrisa entre ambos decía más que mil palabras.

Me aclaré la garganta, haciéndome notar. Rio me miró al instante.

—Oh, Nagisa, hola. ¿Nuevas fotos?

Le sonreí, dándolo por hecho; les di la oportunidad de hablar y esperaba a que él realmente la invitara a salir, mientras que yo me encontraba revelando las fotografías. Cuando terminé, las puse en una pila y las miré una por una.

Eran como veinte fotografías, y la mayoría tenía una cosa en común. El rostro hermoso de Karma. Se me había vuelto como una obsesión retratarle, era como para guardar el recuerdo o al menos tener una prueba de que los momentos a su lado habían sido reales.

Miré la hora en la pantalla de mi móvil, eran las seis con treinta y cinco minutos. Tenía dos opciones a elegir, una era quedarme aquí con ese par y así, no alimentar a este sentimiento con la compañía de Karma; la otra era apresurar el paso para alcanzar a llegar al departamento y encontrarle, porque ese sentimiento quería ser alimentado.

La figura delicada de Rio entró al pequeño cuarto de revelado y me hizo pegar un brinco.

— ¡Hiroto me invitó a salir! —me miró entusiasmada.

— ¿En serio? Genial, ¿para cuándo?

—Para hoy—sonrió—. En cuando cierre nos iremos.

—Oh—entonces ahora ya no tenía opción que escoger—. Genial.

—¿Hablaremos otro día?—preguntó, lamentándose por no poder hacerlo hoy.

—Seguro. Hay mucho que tienes que saber, pero sirve que así me cuentas tú también—insinué.

—Gracias—la bonita sonrisa de niña se expandió por su rostro.

Recogí mis cosas y guardé las fotografías en un sobre amarillo como el que había utilizado la primera vez; me despedí de ambos y salí apresurando el paso para llegar al departamento.

Cuando por fin logré visualizar el edificio, me percaté del Mustang que se estacionaba delante de él. El corazón me latió pesado.

Aun no eran las siete, ¿por qué Karma había llegado ya? Mi móvil sonó en el bolsillo de mi chaqueta y con la mano libre lo tomé y contesté a la llamada sin siquiera ver quién era.

—¿Hola?

—Nagisa, ¿dónde estás?—la voz del otro lado me dejó el corazón pasmado para luego hacerlo latir tan fuerte, de una manera errática.

—Voy llegando al departamento, ¿por qué? ¿Ya estás allí? —logré articular.

—Sí, date prisa, tengo algo que mostrarte—me dijo y luego colgó.

Manual de lo prohibido 「Finalizada」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora