Capítulo treinta y dos

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Esa noche, traté de dormir, pero lo cierto es que no pude pegar los párpados durante un par de horas. Akari ya había comenzado a notar que Karma estaba extraño, por supuesto, ella no era para nada tonta y tarde o temprano se daría cuenta de la razón de su comportamiento. Tenía que irme, tenía que irme pronto. Antes de que esto se complicara más, me iría y dejaría que Karma y Akari volvieran a sus vidas antes de que yo llegara a Venecia. Por mi parte, yo intentaría olvidarme de él, seguiría mi vida como había sido antes, llamaría a Akari todos los días y si acaso, sólo pediría que saludara a Karma de parte mía.

Huir era lo mejor. Lo mejor hasta ahora.

No sé por qué me encontraba nervioso desde que desperté, Akari estaba muy entusiasmada con la fiesta, pero detrás de su entusiasmo seguía habiendo aquella preocupación que me había dejado ver anoche.

— ¡Te espero abajo junto con Karma! —me gritó Akari desde el exterior de mi habitación y luego se paró en mi puerta—. No tardes—me sonrió.

Lucía hermosa con ese vestido vino que había comprado para esta ocasión especial. Aquel hermoso satín se le entallaba a su esbelto cuerpo con precisión en el pecho, y caía hermoso tapando sus largas piernas. Llevaba su cabello liso, más de lo que ya lo tenía y suelto cayendo libremente por sus hombros desnudos.

—Ya voy—musité—. Sólo me pongo el traje.

Me sonrió y oí cuando salió del apartamento.

Suspiré, combinando mi dióxido de carbono con el oxígeno de mí alrededor. Tomé el traje que Karma me había elegido y me lo puse, intentando no despeinar mi cabello, que estaba sujeto en una cola baja, la cual caía en mi espalda.

Traté de atarme bien el nudo de la corbata, pero me costaba un poco de trabajo poder hacerlo, creo que por eso odiaba esos lazos.

—Demonios—farfullé.

Salí de mi habitación, Akari había apagado las luces del departamento y sólo era iluminado por el atardecer del exterior que se filtraba por la ventana, y la luz amarillenta que salía de mi cuarto entre abierto. Intenté subir el cierre de nuevo, pero fracasé en la maniobra.

De pronto, la puerta se abrió, Akari podría llegar a ser muy desesperada.

— ¿Tienes problemas? —pero esa no era la voz de Akari .

Me quedé inmóvil al reconocer a Karma, luego me giré avergonzado. Aun en la oscuridad, podía verle. Llevaba puesto un esmoquin negro, ajustado a su perfecto cuerpo; su camisa blanca era del mismo color que el moño. Su figura me quitó el aliento.

—Emm... no puedo anudarla—musité, atolondrado—. ¿Podrías...?—manoteé en la oscuridad, señalando el lazo en mi cuello.

—Claro—se acercó hasta mí, su perfume bailoteó por mi nariz.

Sentí sus manos en mi cuello, tratando de anudar la corbata; el tacto hizo que la piel de todo el cuerpo se me erizara. El sonido del listón al irse encajando entre ellos lentamente quebrantó el silencio, no se oía nada, excepto nuestras respiraciones y los sonidos apenas audibles provenientes del exterior. El nudo quedo por completo, pero no me moví. Él aun sujetaba con sus manos mi corbata.

Y de pronto, sentí cómo acurrucó su nariz entre mi hombro y cómo su respiración golpeaba con delicadeza mi cuello. El corazón se me aceleró, tanto que me pregunté si él podía oírlo.

—Karma...—murmuré, ¿qué estaba haciendo?

Pero el silencio persistió y su respiración acariciaba la piel de mi cuello con más intensidad, haciendo que el estómago se me encogiera, que la piel se me erizara y que toda cordura huyera.

Manual de lo prohibido 「Finalizada」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora