Capítulo treinta y seis

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— ¿Qué? ¿Por qué dices eso?—inquirió, escrutándome con la mirada, evidentemente sorprendido y preocupado.

—Por favor, Karma; no me digas que eres tan estúpido que no te das cuenta—la temblorosa voz se hizo un hilo y las lágrimas salieron delicadamente de mis ojos.

— ¿Cuenta de qué?

Lo miré con los ojos empañados de lágrimas y la respuesta en los labios; pero no dije nada. Me crucé de brazos de nuevo y giré mi cara bruscamente.

—De nada, no importa—mascullé.

—Nagisa, dime qué te hice—esa no era una pregunta, sino una orden. No contesté y seguí mirando hacía el frente, a través del parabrisas del auto, contemplando la inmensidad de la oscuridad y con los ojos empañados aun—. ¿No vas a decirme?—insistió y lo ignoré.

¿Qué sentido tenía decirle que lo amaba si su corazón estaba atado junto al de alguien más? Era estúpido, justo como esta misma situación.

Después de esperar algunos segundos y ver que mi silencio persistía, se recargó de nuevo en su asiento y luego suspiró. Encendió el auto de nuevo y lo puso en marcha.

Seguro me veía estúpido, porque así me sentía. Dejé que las lágrimas cayeran en silencio, porque ninguno de los dos dijo nada. Miré por la ventanilla del auto y a pesar de que estaba ebrio, podía recordar el camino de regreso al departamento de Akari; y este no era. Pero no le tomé importancia, porque a pesar de todo, me sentía seguro con Karma a mi lado.

Recargué la cabeza en el asiento y luego cerré los ojos, repentinamente cansado; quizá la rabieta de niño pequeño que había hecho minutos antes me había robado la suficiente energía como para hacerme caer en la inconciencia.

El golpe de la puerta al cerrar me despertó y aquel dulce perfume que me traía tanta inspiración volvió a juguetear por mi nariz. Mi cabeza descansaba sobre el duro pecho de él y mi cuerpo era cargado por sus fuertes brazos.

Luego sentí mi cuerpo descansar sobre algo blando y cálido, entonces mis ojos pudieron captar algo; aquella blanquecina luz no era alguna que me pareciera familiar y el aroma de su varonil perfume seguía jugueteando en mi nariz a pesar de que ya no sentía su cuerpo cerca. Dos segundos después de haberme percatado de ello me pregunté dónde estaba.

—Karma—musité y enseguida mis ojos se encontraron con su rostro.

Yacía parado, mirándome allí acostado donde sea que yo estuviera.

—Descansa—susurró y se acercó para besarme la frente y sentí sus cálidos labios a través de mi flequillo desparpajado.

Entonces sujeté fuertemente su rostro con mis manos y conduje sus labios hasta los míos, guiado por el impulso de tenerlo así de cerca. Su cálido hálito recorrió desde mi frente hasta mis labios y luego nuestras bocas se unieron; ambas deseosas una de la otra.

Un remolino de emociones junto a un huracán de sensaciones explotó dentro de todo mi interior; y una carga eléctrica se envió desde mi corazón hasta cada extremidad de mi cuerpo, y até mis dedos a su cabello. Su boca se movió junto con la mía y su aliento se metía por mi garganta en donde ardía un nuevo fuego, esta vez creado de pasión. Sus manos se apoyaron a cada lado de mi cuerpo, puesto que sentí una hendidura al mismo tiempo. Me llevó un minuto darme cuenta de que yo descansaba en una cama.

Mi cuerpo ardió entre la pasión y el amor, mientras que nuestros labios aún permanecían unidos, bailando en una sincronización sin igual, pero de pronto, una voz en mi cabeza me preguntó escandalizada que qué estaba ocurriendo y me ordenó severa que parara.

Manual de lo prohibido 「Finalizada」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora