Capítulo veinticuatro

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Me revolqué entre las sábanas de mi cama hasta que la apenas cálida luz del sol me llegó a los ojos.

—Elfo—los golpes en la puerta no fueron tan intensos, pero sí molestos.

—Ya estoy despierto—farfullé.

Salí de mi habitación y miré a Akari sonreírme. Me sentí mal de nuevo.

— ¿Cuáles son los planes de hoy? —pregunté, totalmente desganado.

—Conseguir un vestido elegante—me dijo.

— ¿Elegante? ¿Qué celebramos? —inquirí, confundido.

—El próximo domingo es el cumpleaños del señor Bianchi y, ya sabes cómo son todas esas personas—puso los ojos en blanco—. Gastan hasta el último centavo para darle lujo al ambiente.

— ¿El señor Bianchi? —traté de pronunciar el apellido con el acento que Akari había utilizado.

—Sí, el dueño del teatro, Giotto Bianchi—explicó.

—Oh... ¿y...?

—Estamos invitados—sonrió ampliamente.

— ¿Invitados? —quería saber a quiénes se refería.

—Sí, tú, yo y Karma. Quien por cierto ya debería estar aquí—divagó, mirando el reloj de su muñeca.

— ¿Karma? ¿Nos acompañará? —hice un mohín.

—Claro, ¿y luego quién nos dirá que nos vemos bien con nuestros vestidos? —bromeó, sabiendo que me negaría a usar un vestido como ella. No de nuevo.

—Pero Karma es... hombre. Sabes que no les gusta eso—intenté encontrar una excusa creíble para que Karma no fuera, yo no debía siquiera estar cerca de él.

—Pero es mi Karma—dijo y me dolió—, él está dispuesto a acompañarnos.

Entonces el timbre sonó. El corazón me latió ansioso, presuroso y... angustiado.

Akari, corrió animosa hasta la puerta, mientras que yo me quedé parado allí, con ganas de correr en dirección opuesta. Después de la pequeña discusión que tuvimos ayer no sabía qué sentir. Pero, entonces Akari abrió la puerta y la luz apareció en mis ojos, allí estaba él, tan deslumbrante como siempre, usando una camisa en color rojo a cuadros, desabotonada, y un jean negro, ajustado a sus despampanantes piernas. Hizo que el mundo se me volteara en un segundo cuando me miró.

— ¡Amor! —exclamó feliz, pero esta vez en darle un beso en los labios, se lo dio en la mejilla. Agradecí aquello, aunque la fierecilla igual se sintió celosa.

—Hola—musitó Karma y yo sólo lo saludé con la mano.

—Ve a cambiarte, Nagisa—me instó Akari y sólo entonces caí en la cuenta de que estaba en pijama, de nuevo—. Nos espera un largo día.

Sonreí y sin decir nada me fui a mi habitación, haciendo un mohín mental por el adjetivo que Akari acababa de usar para calificar al día... largo.

Me puse una playera negra combinándola con un jean en tono gris, até mi cabello en dos pequeñas coletas y luego salí al encuentro con ambos.

— ¿Listo? —preguntó Akari.

Asentí. Era raro, como si me hubieran quitado la voz, pero lo cierto es que me sentía realmente incómodo al recordar la discusión de ayer. Y al parecer no era la única, Karma tampoco hablaba mucho.

Nos fuimos en su auto, Akari en el asiento del copiloto, claro, y yo acurrucado atrás, mirando a través de la ventana polarizada. Recordé cuando íbamos solos los dos, yo en lugar de Akari, y deseé fervientemente que ahora, Akari se borrara de la escena y al instante me sentí mal, traicionero. Suspiré, empañando el cristal negro.

Manual de lo prohibido 「Finalizada」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora