Capítulo cuarenta y uno

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Era irónico, porque a pesar de que estaba consciente de que el tiempo pasaba, aun cuando aquí corriera seis horas atrás y que ya llevaba consigo más de un mes; para mí, el tiempo trascurría demasiado lento, los días se habían vuelto perezosos que de cierta manera le habían quitado el sentido al calendario y a cada hoja que se desprendía de éste.

El dolor no había disminuido para nada; lo que sí, es que yo ya me había acostumbrado a él. Para mí ya se había vuelto común tenerlo enterrado en mi corazón, sintiéndolo removerse como la hoja afilada de una daga. Ya me daba igual.

En noche buena estaba solo, tomándole fotos a los copos de nieve que caían del cielo oscuro, me sentía patético. En año nuevo no fue distinto, la misma sensación de patetismo y fotografías tristes. Me comunicaba por Internet con Rio, nada más con ella, porque no quería relacionarme con alguna persona que haya cruzado más de una remota conversación con... bueno, con él. Según Rio, las cosas con Hiroto iban como el viento en popa, por fin él había salido del cascarón de la timidez y le había pedido de la manera más hermosa que fuera su pareja. No fueron celos los que sentí, sino, algo más parecido al dolor, a la envidia de saber que ellos podrían ser felices con el otro a quien quieren mientras yo había perdido todo lo que amaba.

Pero aquí seguía, tratando de ser fuerte y no caer. Tratando quizá inútilmente, porque todas las sonrisas que yo daba, no eran alegres y podía sentirlo, pero allí estaba, sonriéndole al mundo; ignorando a los pensamientos que me traían su imagen a mi mente, convirtiéndose en recuerdos que me asfixiaban, pero que a la vez me hacían respirar.

— ¿Qué crees que conseguí? —me dijo Yūji, animado y sonriendo, con esa expresión de adolescente que se asomaba a su rostro cuando algo lo emocionaba. Mi mente volvió al presente y lo miré esperando a que siguiera hablando—: ¡Vamos a tomar fotografías en la presentación que va a dar Ia Ritsu para la obra de caridad del instituto Vidas! —me sujetó por los hombros, pero no me sacudió, como era su costumbre.

— ¿Y eso cuándo es? —inquirí, tratando de entusiasmarme.

— ¡Para el martes! —y fue allí que me sacudió dejando salir todo su entusiasmo.

— ¿Este martes? —abrí los ojos de par en par, captando en mi visión todo el rostro de Yūji. Hoy era domingo.

— ¡Sí! ¿No es genial? —preguntó y me volvió a sacudir.

—Supongo—traté de regalarle una sonrisa.

—Será genial—sonrió—. Mañana voy a tu casa para ponernos de acuerdo. Ten una linda noche—me dio un abrazo y seguido me soltó—. Adiós.

—Hasta mañana.

Me giré para caminar hasta mi casa y dormir, intentar tener la "linda noche" que Yūji había dicho, pero lo cierto es que todas mis noches eran aburridas y monótonas, y, a veces en sueños me escuchaba nombrarle.

No era que la oportunidad de un trabajo bien pagado no me entusiasmara, pero ya pocas cosas lo hacían. Era una oportunidad que cualquier otro fotógrafo hubiera deseado, pero Yūji siempre estaba al pendiente de conseguir las mejores oportunidades para los dos. Buena paga y una experiencia maravillosa. Esta vez no era la excepción, se trataba de fotografiar a un artista en plena presentación, al menos así, quizá olvidaría un poco toda mi pasada historia.

...

El día seis del primer mes hizo su aparición en el calendario, era martes. Yūji había quedado de pasar por mí para ir a la presentación de Ritsu-chan. Entre miles de suspiros, mis cosas quedaron guardadas para el trabajo. Me asomé por la ventana, el cielo estaba nublado y no tardaría en llover, volví a suspirar; luego miré hacía abajo, el auto azul de Yūji estaba estacionándose. Bajé con mi mochila al hombro y salí a su encuentro, subí y aquello me trajo un recuerdo de una tarde en Venecia; pero esta vez, no era a una feria a donde me dirigía, ni tampoco a mi lado, estaba el amor de mi vida.

Manual de lo prohibido 「Finalizada」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora