Capítulo diez

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Era sábado por la mañana, y yo buscaba de todo para matar el tiempo libre sin Akari; así que le acepté el café a Hiroto, supuse que era un buen pretexto para burlar las horas.

Hiro me llevó a un café cerca del departamento en donde me acordé inmediatamente del día en que pasé con Karma, sin embargo, la emoción no era la misma.

— ¿Puedo preguntar por qué viniste a Venecia? —me dijo, cuando la chica nos estaba acomodando nuestras tazas sobre la mesa.

—Bueno, vine primeramente para visitar a Akari, y para tomar un descanso de mi vida cotidiana—expliqué, dándole un sorbo a mi café.

El sabor a capuchino vagó por mi boca hasta mi garganta. Delicioso.

—Oh, ¿entonces vives con tus padres? —inquirió.

—No—dije, y salió mucho más seco de lo que esperaba. No importa el tiempo sigue doliendo hablar de ello, sin embargo, proseguí—: Mis padres murieron en un accidente.

—Oh, perdóname, no debí preguntar—su bello rostro de ángel se tornó comprensivo.

—No, no te preocupes—musité.

— ¿Sabes? Mis padres también murieron—comenzó a jugar con la taza mientras su mirada se fue profundizando en el líquido oscuro que contenía.

Esperé hasta que él decidiera continuar, sin dejar de estar pendiente de la siguiente palabra que dijera.

—Bueno, en realidad, sólo mi madre murió cuando me dio a luz a mí. Mi padre, bueno, el hombre que embarazó a mamá; se fue—explicó, y su voz tomó un tono agrio.

—Oh—susurré.

No sabía qué más decir, pero lo entendía muy bien, al menos ambos teníamos algo en común ahora. No teníamos padres.

— ¿Desde entonces has vivido con tu tía? —pregunté.

—Sí. Mi tía me ha cuidado bastante bien, ha hecho un excelente trabajo por diecinueve años y no podía estarle más agradecido.

Ahí caí en la cuenta de que Hiroto estaba en la gloriosa etapa de las diecinueve primaveras.

—Qué linda tu tía—dije, y recordé cuando dije, o más bien pensé, que era toda una vieja amargada.

Él me sonrió y me recordó a la sonrisa de Karma. Si tuviera que comparar, sería bastante difícil darle el puesto número uno a alguien. Pero había una vocecilla en mi cabeza que susurró fugaz el nombre de Karma.

La tarde con Hiroto fue excelente; su forma de ser tan maduro y natural fue de lo que resulté admirando, además de su bello rostro delicado, por supuesto. Cuando me di cuenta de la hora, fue cuando llegamos al departamento de nuevo. Eran las siete pasadas con quince minutos.

—La pasé muy bien, Hiroto, muchísimas gracias—dije apenas puse un pie fuera del ascensor, cuando me di cuenta entonces de que la puerta del departamento de Akari era adornada por un bello ángel de oro. Quien mantuvo su mirada sobre nosotros y sus brazos cruzados con indiferencia; siempre tan elegante.

Me sorprendí de ver allí al dueño de la mayor parte de mis pensamientos. Aunque, enseguida me retracté de esa idea; Karma no tenía por qué convertirse en dueño de mi materia gris.

—Cuando quieras repetirlo, estoy más que dispuesto—me dijo con esa sonrisa bonita sobre su rostro, haciendo que mi mirada se posara de nuevo en Hiroto.

Dirigió luego la mirada a Karma y con un movimiento de cabeza lo saludó. Éste respondió de la misma manera.

—Hasta pronto—Hiroto se acercó y besó mi mejilla.

Pude sentir el cálido y suave contacto de sus labios contra ella, pero mi cabeza seguía funcionando tan perfectamente como antes.

Ningún pensamiento fue interrumpido. No sentí ningún atontamiento interno. Fue simplemente nada. Sin embargo, sí noté la mirada de Karma sobre el acto.

—Hasta pronto, Hiroto...    

Manual de lo prohibido 「Finalizada」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora