Capítulo 9

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Deidara tuvo la sensación de que en cuanto puso la cabeza en la almohada alguien llamó a la puerta.

Abrió los ojos y parpadeó para ver si así lograba orientarse.

Debía de estar a punto de amanecer.

Se había pasado dos horas limpiando meticulosamente la herida de Itachi y cosiéndosela de nuevo con la ayuda de sus dos hermanos. Y cuando por fin se metió en la cama, estaba tan cansado que incluso veía borroso.

Estuvo tentado de taparse la cabeza con una almohada y hacer caso omiso de la persona que estaba aporreando su puerta, pero antes de que pudiese hacer nada, ésta se abrió de golpe.

Deidara se subió la sábana hasta el mentón a pesar de que estaba completamente vestido y miró furioso al entrometido, o entrometidos, mejor dicho.

Madara y Sasuke Uchiha estaban de pie en el umbral y parecía hacerles tan poca gracia como al doncel estar allí.

—Itachi quiere ver a su ángel —le dijo Sasuke enfadado.

Deidara parpadeó y miró a Madara.

—Sabes tan bien como yo que dentro de un segundo creerá que soy el demonio.

Lord Madara suspiró.

—Está sumamente agitado. Me preocupa que vuelva a abrirse la herida. Tenemos que conseguir que se esté quieto y que descanse. Y el único modo de conseguirlo que se me ocurre es... si tú estás con él.

Deidara se quedó boquiabierto.

—Lo que estás sugiriendo no es nada apropiado. Tal vez me hayas secuestrado, pero me niego a que mi reputación salga más malparada de lo que ya lo está. Lo último que necesito ahora es que los miembros de tu clan crean que soy un doncel sin moral.

Madara levantó una mano para tranquilizarle.

—La gente de mi clan no dirá nada. No lo sabrá nadie. Me aseguraré personalmente de que sólo mi esposo y yo podamos entrar en el dormitorio de Itachi, es decir, el tuyo, a partir de ahora. No te lo pediría si no creyese que es importante, Deidara. Ahora mismo, estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para aliviar el dolor y el sufrimiento de mi hermano.

El doncel se apoyó en un codo y, cansado, se pasó una mano por la cara.

—Necesito dormir. No he pegado ojo desde que Itachi llegó malherido a mi casa. Si voy a su dormitorio, ¿me prometes que no nos molestará nadie?

Era consciente de que sonaba malhumorado, pero en ese momento no le importaba. Haría lo que fuese con tal de que aquellos dos le dejasen en paz.

—De hecho —añadió—, me gustaría que no entrase nadie mientras estoy cuidando de él. Si necesito algo, lo pediré.

Soñaba con poder dormir varias horas sin que nadie le interrumpiese. Y si para conseguirlo tenía que compartir cama con Itachi, entonces eso sería exactamente lo que haría.

—Sí, Deidara—afirmó Madara, reprimiendo una sonrisa—, podrás dormir tranquilo. Yo mismo me aseguraré de que nadie te molesta. No iremos a ver cómo está mi hermano hasta esta tarde. Tienes mi palabra.

Deidara apartó las sábanas y se sentó en el borde de la cama, asegurándose de que su ajado yukata le cubría tanto como era posible.

Luego se puso en pie y se apartó el pelo de la cara.

—Pues vamos de una vez —dijo.

Cuando entró en el dormitorio de Itachi, vio que las sábanas estaban hechas una maraña y arremolinadas en los pies de la cama.

Seduciendo a un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora