Deidara se tomó su tiempo para vestirse.
No tenía ninguna prisa por bajar y que la realidad disipase aquella niebla de felicidad que le envolvía de momento.
Canturreó en voz baja mientras se peinaba y después colocó bien las pieles encima de la cama, sacudió la almohada por última vez y salió de sus aposentos.
Era muy tarde y se permitió bostezar mientras bajaba la escalera.
Hacía un día perfecto para quedarse en la fortaleza y disfrutar de la compañía de sus nuevos amigos.
A medida que pasaban los días, Minato estaba cada vez más inquieto.
Deidara estaba a tres escalones del último peldaño cuando oyó un ruido procedente del salón.
Frunció el ceño y apoyó una mano en la pared para ver qué sucedía.
—Lord Kurama se está acercando a la fortaleza—anunció el heraldo, en cuanto Madara se detuvo delante de él.
Deidara se quedó atónito y vaciló durante los tres escalones que le quedaban.
Permaneció completamente rígido y con la mirada buscó a Itachi, que estaba recibiendo la noticia junto con sus hermanos.
—Trae a su hijo consigo y solicita que lo recibáis de buena voluntad.
—Sí, decidle que puede entrar —contestó Madara—. Lo recibiré en el patio de armas.
Entonces dio media vuelta y vociferó varias órdenes.
Mujeres y donceles salieron en todas las direcciones para preparar las mesas y comida.
Deidara siguió observando a Itachi perplejo, sintiendo como si todo su mundo se hubiese desmoronado a su alrededor.
Entonces, Itachi levantó la vista y le descubrió mirándolo.
Su mirada era tan desgarrada como la del doncel y en sus ojos se reflejaba su misma desesperación.
Deidara tendría que mantenerse fuerte. Tendría que ser mejor persona. Tendría que ser capaz de quedarse allí plantado como si nada la preocupase.
No se veía capaz de hacer nada de eso.
No podía enfrentarse a su amigo de la infancia ni al hombre que le desterró. No podía enfrentarse al doncel que iba a casarse con el hombre que amaba.
Se tapó la boca para reprimir un sollozo, giró sobre sus talones y huyó escaleras arriba.
Itachi se quedó mirando cómo el amor de su vida corría hacia el piso de arriba y se dio media vuelta para no verle, porque no confiaba en poder contenerse y no salir tras él.
—¿Qué está haciendo aquí Kurama? —preguntó entre dientes—. Se suponía que no iba a venir hasta la primavera, hasta que Minato hubiese dado a luz.
—No lo sé —respondió Madara, preocupado—, pero tengo intención de averiguarlo. Es posible que también haya recibido una carta del rey y que esté ansioso por obedecer las órdenes del monarca.
Itachi se pasó una mano por el pelo.
La soga se iba estrechando alrededor de su cuello.
Se había pasado las últimas semanas negando la realidad, había alejado de su mente todo lo relacionado con su matrimonio con Naruto, dispuesto a disfrutar de todas las noches que pudiese pasar en brazos de Deidara.
Pero ahora... ahora el futuro se estaba convirtiendo en presente y Deidara formaba ya parte de su pasado.
—Será mejor que terminemos con esto cuanto antes —murmuró Madara.
ESTÁS LEYENDO
Seduciendo a un Uchiha
RandomItachi Uchiha siempre ha estado dispuesto a sacrificarse para defender los derechos de su clan, por ese motivo ha aceptado casarse con el hijo doncel del Lord del clan vecino. Pero cuando se dirige hacia las tierras de su prometido, Itachi y sus hom...