—Al menos podrías haber secuestrado a un doncel más agradable —le dijo Sasuke a su hermano Madara.
Éste sonrió y miró a los hombres que transportaban la litera de Itachi entre sus caballos.
Su hermano no se había despertado ni una sola vez y eso le preocupaba, pero era evidente que aquel rubio con tanto carácter sentía algo por él.
Y por eso mismo era perfecto para lo que tenía en mente.
—Tiene mano para los remedios y eso es lo único que importa —contestó para evitar que Sasuke empezase su diatriba habitual contra los donceles y las mujeres.
Mientras hablaba con su hermano, aprovechó para mirar a Shisui, que cabalgaba con el rubio sentado delante de él.
Se había quedado dormido y el guerrero tenía que estar pendiente de él todo el rato para que no se cayese del caballo.
El doncel estaba profundamente dormido.
—Es evidente que se ha pasado varias noches en vela cuidando a Itachi—murmuró Madara—. Necesitamos a alguien con esa clase de dedicación. Minato está a punto de dar a luz y me sentiré mucho más tranquilo si sé que tengo un curandero a mano. No pienso correr ningún riesgo en lo que respecta al nacimiento de nuestro hijo.
Sasuke frunció el cejo, pero asintió.
Shisui aminoró la marcha al notar que el doncel se movía y estaba a punto de caerse del caballo.
Le cogió en el último minuto y Deidara abrió los ojos justo a tiempo de volver a sentarse.
El modo en que miró al pobre hombre, hizo que Madara tuviese ganas de reír.
Aquel rubio doncel tenía mucho carácter y no parecía especialmente contento de que él le hubiese concedido el honor de elegirle como curandero de su clan.
¿Por qué querría quedarse en aquella cabaña solitaria, cuando él le estaba ofreciendo un puesto de reconocido prestigio dentro de su clan?
—¿Tienes experiencia en traer niños al mundo, rubio? —le preguntó, alzando la voz.
Deidara le miró con los ojos entornados antes de contestar.
—Sí, he ayudado a nacer a uno o dos en su momento.
—¿Se te da bien? —insistió Madara.
—Bueno, los dos siguen vivos, si es eso lo que me estáis preguntando —le contestó sarcástico.
Madara tiró de las riendas de su caballo para detenerlo y levantó el puño para que Shisui hiciese lo mismo. Clavó los ojos en los de Deidara, sosteniéndole la mirada.
—Escúchame bien, pequeño demonio. Dos de las personas a las que más quiero en el mundo te necesitan. Mi hermano está gravemente herido y mi amado esposo va a dar a luz a nuestro hijo este invierno. Necesito un buen curandero, no a uno que me falte al respeto. Mientras estés en mis tierras y en mi castillo, mi palabra es ley. Yo soy la ley. Me respetarás como a tu Lord, porque, si no, que los dioses te ayuden, pues pasarás el invierno sin cobijo ni nada que comer.
Deidara apretó los labios y asintió.
—Más te vale no hacer enfadar a Lord Madara —le susurró Shisui al oído—. Está muy nervioso ahora que su esposo, está a punto de dar a luz. Todo nuestro clan depende de que ese bebé nazca sano y salvo.
Deidara tragó saliva y se arrepintió de haber sido tan sarcástico con su comentario, pero no consiguió sentirse culpable.
Acababan de secuestrarle en su propia casa y le habían comunicado que se iba con ellos al clan Uchiha.
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Seduciendo a un Uchiha
RastgeleItachi Uchiha siempre ha estado dispuesto a sacrificarse para defender los derechos de su clan, por ese motivo ha aceptado casarse con el hijo doncel del Lord del clan vecino. Pero cuando se dirige hacia las tierras de su prometido, Itachi y sus hom...