Capítulo 10

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Itachi mantuvo los ojos fijos en Deidara hasta que el doncel desapareció de su vista y entonces fulminó a sus hermanos con la mirada.

—¿Queréis algo? —les preguntó enfadado.

—Sí —dijo Sasuke arrastrando la voz—. Nos gustaría saber, por ejemplo, si estás vivo o muerto.

—Vivo, como podéis ver. ¿No tendríais que estar haciendo algo en alguna parte?

Madara negó con la cabeza y se sentó en el taburete que había al lado de la cama.

—Olvídate de ese doncel durante unos segundos. Tienes que contarnos muchas cosas, empezando por quién te ha hecho esto.

Itachi suspiró.

Le dolía el costado y tenía un impresionante dolor de cabeza, como si se hubiese pasado una semana entera nadando en una bañera de sake, además estaba hambriento y de muy mal humor.

Lo último que necesitaba era soportar un interrogatorio.

—No lo sé —les contestó sincero—. Sufrimos una emboscada en mitad de la noche. Fue una masacre. Nos superaban en número, como mínimo eran seis por cada uno de nosotros. Tal vez más. Conseguí escapar por los pelos y lo único que recuerdo es que me desperté con un dolor horrible y convencido de que estaba ardiendo en el infierno, pero acompañado de un ángel que intentaba ayudarme.

—Di mejor un demonio —se burló Sasuke.

—Ese doncel me ha salvado la vida —recriminó Itachi.

—Sí, sí lo ha hecho —convino Madara—. Tiene un don para curar. Tengo intención de que se quede y cuide de Minato durante el parto.

Un placer inesperado se extendió por las venas de Itachi, despertándole un deseo que hacía mucho tiempo que no sentía por nadie.

Había tenido múltiples aventuras.

Un revolcón de vez en cuando iba muy bien para aliviar la tensión de un hombre, pero Deidara le excitaba como ninguno.

Cuando no estaba cerca, sentía como si le apretara su propia piel, como si estuviera al borde de un precipicio.

—¿Ha aceptado quedarse y ser nuestro curandero? —preguntó como si no le importase.

—No exactamente —contestó Sasuke, riéndose.

Itachi entornó los ojos.

—¿Qué quiere decir "no exactamente"?

—Significa que no le hemos dado alternativa. Tú necesitabas que te curase, y Minato también necesitará ayuda, así que le hemos traído aquí y punto —explicó Madara encogiéndose de hombros.

Típico de él.

Su hermano tomaba una decisión y la ejecutaba.

A pesar de que a Itachi le gustaba la idea de que Deidara estuviese cerca, no le hacía ninguna gracia que sus hermanos le hubiesen llevado allí a la fuerza.

Aunque eso explicaba que el doncel hubiese estado un poco a la defensiva con él.

—Olvídate de ese doncel—le dijo Sasuke—. ¿O acaso has olvidado que accediste a casarte con el hijo de Kurama?

No, no se había olvidado.

Tal vez lo había apartado de su mente temporalmente, pero no había olvidado el motivo del viaje en el que habían perdido la vida varios de sus mejores hombres.

—Hace unas horas he recibido una carta de Kurama—explicó Madara—. Está preocupado porque todavía no has llegado a su fortaleza. He decidido que no voy a contestarle hasta averiguar qué te pasó exactamente.

Seduciendo a un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora