Capítulo 31

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Más tranquilo al ir escoltado por Shisui, Deidara entró en el salón, aunque se aseguró de no mirar ni a Naruto ni a su padre.

El guerrero le acompañó hasta la silla que había vacía junto a Minato y luego él se sentó al otro lado de Deidara.

Deidara le sonrió para darle las gracias en el mismo instante en que Minato le apretaba la mano por debajo de la mesa.

Se negó a mirar a Itachi, sentado varias sillas más a la izquierda, entre Naruto y Lord Kurama, y optó por centrar su atención en Minato y en Rin, que estaba al otro extremo de la mesa, al lado de Obito.

Sentía el estómago revuelto a causa de los nervios.

Seguro que a esas alturas Naruto ya le habría dicho a su padre que le había visto.

¿Le insultaría delante de todo el clan Uchiha? ¿Intentaría que le echasen de allí? ¿Qué era aquello tan importante que necesitaba decirle Naruto?

Comió en silencio y se limitó a asentir cuando Minato le habló.

En algún momento, Shisui se inclinó hacia él y le susurró al oído:

—Acabas de asentir y de decirle a Minato que estará embarazado muchos meses más.

Deidara cerró los ojos y se reprendió en silencio.

Entonces se dirigió a Minato.

—Lo siento.

Éste le sonrió y negó con la cabeza.

—Sólo te estaba tomando el pelo. Ya me había dado cuenta de que no me estabas prestando atención. Hacía rato que me decías que sí a todo. —Se acercó a Deidara y añadió—: Ya casi está. Nadie sabe que lo estás pasando tan mal.

Deidara le sonrió agradecido, pero cuando se volvió de nuevo, vio que Lord Kurama le estaba mirando. Tenía el ceño fruncido y el doncel supo el instante exacto en el que le reconoció.

Kurama abrió los ojos de par en par y desvió la vista hacia donde estaba Naruto, al que miró enfadado. Entonces volvió a mirar a Deidara, pero no era rabia, ni siquiera enfado, lo que ésta vio en sus ojos.

Era lujuria y eso le asustó más que si se hubiese puesto en pie y le hubiese agraviado delante de todos.

No podía mirarlo sin recordar lo indefenso que se sintió años atrás, cuando su padre intentó violarle. Ahora Kurama tenía esa misma mirada en los ojos.

Tenía tantas ganas de salir de allí corriendo que casi se puso de pie antes de comprender que estaba permitiendo que algo que había sucedido en el pasado afectase a su presente.

Igual de rápido que el pánico y el miedo se habían extendido por sus venas hasta dejarle débil y sin fuerzas, ahora era la rabia la que se abría paso por ellas.

Deidara se relajó en la silla y aflojó los puños.

Ya no era un niño. Era un doncel hecho y derecho que sabía protegerse.

Si Lord Kurama osaba atacarle, no se encontraría con un joven indefenso.

—No estás solo —murmuró Shisui.

Deidara se negó a avergonzar a ninguno de los dos echándose a llorar, pero cuando miró al guerrero, lo hizo con lágrimas en los ojos.

—No, no estoy solo. Ya no.

Shisui le sonrió.

—Si has terminado de comer, te acompañaré a tus aposentos.

Deidara suspiró aliviado.

Seduciendo a un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora