Capítulo 29

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—No puedo verle.

Deidara giró sobre sus talones y se quedó mirando por la ventana, fingiendo que no notaba el frío que se colaba en el dormitorio.

Sarada suspiró y se acercó al doncel para rodearle con un brazo.

—Sé que es doloroso, tesoro. Pero no ganas nada escondiéndote. Tarde o temprano tendrás que salir. Minato dará a luz cualquier día de éstos y eso no puedes perdértelo.

—Ya es bastante doloroso que le haya perdido como amigo, para que ahora tenga que hacerme a un lado y observar en silencio cómo se casa con Itachi. Y Lord Kurama—se estremeció y cerró los ojos—, ¿cómo quieres que me enfrente a él después de lo que me hicieron él y su padre?

La mujer le cogió de un brazo y le dio la vuelta.

—Vamos, siéntate. Quiero hablar contigo.

Aturdido, Deidara le siguió hasta la cama y se sentó.

Sarada se sentó a su lado y le cogió la mano.

—Tú no has hecho nada malo. No tienes nada de lo que avergonzarte. Es Lord Kurama el que debe sentirse avergonzado y, cuando le llegue el momento, tendrá que pagar por ello.

—Yo no debería estar aquí —dijo Deidara con un gemido—. Todo esto es un lío. Me he entregado a un hombre al que no puedo tener. Un hombre que va a casarse con al que antes consideraba mi hermano. Y ahora estoy aquí, sentado en esta cama, furioso con él, con su padre y el resto de su familia. Yo también tengo parte de culpa.

Sarada le rodeó con los brazos y le meció adelante y atrás.

—Es cierto que te encuentras en una situación realmente complicada, eso no voy a discutírtelo. Pero también tienes que saber que Lord Madara no permitirá que te pase nada malo. E Itachi tampoco. Aquí estás a salvo. Lord Kurama no puede hacerte daño y ésa es la pura verdad. Además, estoy convencida de que fingirá que no te conoce.

—Sé que tienes razón —reconoció Deidara—, pero tengo miedo.

Sarada le acarició el pelo.

—Vamos, vamos, tesoro. No te culpo por estar asustado, pero ahora tienes a todos los Uchiha de tu parte. Si de verdad amas a Itachi, haz que todo esto sea lo más fácil posible para él. No permitas que vea lo mucho que estás sufriendo, no aumentes su carga.

Deidara se apartó de ella y se secó las lágrimas.

—Tienes razón. Me estoy comportando como un niño mimado.

Sarada sonrió.

—Te estás comportando como un doncel enamorado que sabe que va a perder al hombre que ama. Yo diría que lo que te pasa es normal.

Deidara intentó sonreírle.

—Mañana seré valiente, te lo prometo. Pero hoy prefiero quedarme aquí.

—Me parece justo. Le diré a Minato dónde estás. Seguro que lo entenderá, él también se preocupa por ti.

—Ven a buscarme si me necesita e iré en seguida.

Sarada asintió y se marchó de la habitación.

Deidara se tumbó en la cama y se quedó mirando el techo.

Esa misma mañana había estado allí con Itachi y le había dicho que lo amaba. Y él también se lo había dicho.

Las lágrimas resbalaron por sus mejillas.

Seduciendo a un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora