Capítulo 21

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—¡Deidara! ¡Deidara!

Deidara giró la cabeza y vio a Izuna atravesar el salón corriendo para llegar hasta él.

Se preparó para el impacto, pues ya estaba acostumbrado a los efusivos saludos del niño.

En efecto, Izuna se lanzó a sus brazos y si Deidara no hubiese estado preparado, los habría tirado a ambos al suelo.

El doncel se rió y lo dejó en el suelo.

—¿Qué estás tramando, Izuna?

—¿Quieres salir conmigo fuera a jugar en la nieve? ¿Quieres, Deidara? Mamá no puede venir, porque papá le ha prohibido salir de la fortaleza. No está contento, pero Sarada dice que tiene que hacerlo, porque está gordo y torpe como un pavo y podría resbalar en el hielo.

Deidara dudó un segundo y casi se echó a reír al oír la sarta de palabras del niño.

—La tormenta ya ha pasado y ha salido el sol. Hace un día muy bonito. Papá está entrenando desde el alba. Podemos jugar en la colina y Shisui y Obito pueden venir también con nosotros.

—Vale, me has convencido—le dijo el doncel riéndose—. La verdad es que me irá bien tomar un poco de aire fresco.

A Izuna se le iluminó la cara.

—¿Vienes a jugar conmigo? ¿De verdad? —Prácticamente se puso a bailar por el salón.

—Si esperas un segundo que vaya a abrigarme, estaré encantado de ir contigo. Siempre que tengamos el permiso de tu padre.

El niño asintió impaciente.

—Iré a preguntárselo ahora mismo.

—Muy bien. Reúnete conmigo en la escalera de la entrada dentro de unos minutos.

Deidara se quedó mirando a Izuna mientras éste salía disparado del salón y, tras negar resignado con la cabeza, volvió a su dormitorio a ponerse ropa adecuada para enfrentarse al frío del invierno.

Cuando volvió a descender la escalera, vio que tanto Obito como Shisui le estaban esperando en la entrada junto con Izuna y otros niños.

Los dos guerreros tenían cara de cansados.

Deidara saludó efusivamente a todos y cada uno de los niños y les preguntó si estaban listos para salir afuera.

Rodeado por la cháchara de los pequeños, se enfrentó al frío y tembló al notar que éste le calaba los huesos.

—¡Hace mucho frío! —exclamó.

—Sí, mucho —masculló Obito—. Demasiado como para estar aquí plantados cuidando de unos niños.

—Es probable que Rin venga a ayudarnos —le dijo el doncel, sonriéndole con picardía.

La expresión del guerrero cambió y se le iluminó el semblante, aunque luego miró a Shisui y adoptó una actitud más seria.

—¡Vamos! —le urgió Izuna tirándole de la mano hasta que Deidara cedió y lo siguió colina arriba, hacia la zona donde jugaban los niños.

Se organizaron en equipos con suma rapidez y Deidara gimió horrorizado cuando comprendió que el juego consistía en tirar bolas de nieve a los del otro grupo lo más fuerte posible.

Por suerte para él, Mikoto estaba en su equipo y tenía muy buena puntería.

Los niños gritaban cada vez que una de las bolas de la pequeña les daba en la cara.

Seduciendo a un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora