Capítulo 23

5.9K 587 132
                                    

Deidara abrió los ojos y vio a Itachi de pie junto a la cama, mirándole serio y preocupado.

—¿Cómo te encuentras? —le preguntó el guerrero.

—Estoy entrando en calor al fin —afirmó, pero un escalofrío le recorrió y los temblores volvieron a sacudirle todo el cuerpo.

Itachi soltó una maldición y se metió en la cama con él para abrazarle.

Estar con Itachi era como estar en el cielo. Su piel era como una piedra calentada en el horno.

Deidara se pegó a su cuerpo e intentó que su calor le calase los huesos. Era un placer tan exquisito que incluso gimió.

—¿Te duele? —le preguntó Itachi preocupado.

—No. Es una sensación maravillosa. Estás tan caliente. No quiero volver a moverme nunca más.

Itachi le dio un beso en la frente y le pasó una mano por la cara.

—Si de mí dependiese, nunca más lo harías.

—¿Ya puedo dormir? Sarada dice que la herida de la cabeza no es seria y me resulta imposible seguir con los ojos abiertos.

—Sí, mi ángel, duerme. Me quedaré contigo y te cuidaré.

La promesa de Itachi le reconfortó el corazón y se propagó por partes de su cuerpo que seguían aturdidas por el frío.

Aunque sabía que Itachi no debería estar allí, no tenía la fuerza de voluntad, ni las ganas, de pedirle que se fuera.

Pasó la mejilla por su ancho torso y suspiró de felicidad.

Esa noche volvía a ser suyo y Deidara no iba a malgastar ni un segundo lamentándose por algo que no podía cambiar.

No, disfrutaría al máximo de lo que tenía mientras pudiese y el mañana ya se resolvería por sí mismo.

Deidara se movió inquieto en mitad de la noche y despertó a Itachi. Éste tardó unos segundos en darse cuenta de que, a pesar de que no dejaba de moverse, el doncel seguía dormido.

Se despertó del todo y le observó a media luz. Le tocó la frente y el pánico se apoderó de él.

Itachi soltó una maldición al notar que Deidara estaba ardiendo.

—Tengo frío —dijo el doncel a media voz—. No logro entrar en calor. Enciende el fuego, por favor, enciende el fuego.

Los temblores sacudían su cuerpo sin cesar. Estaba ardiendo, pero en su interior parecía estar helándose.

—Tranquilo, mi amor, te haré entrar en calor —le dijo Itachi, pero en aquel preciso instante recordó que poner a un enfermo con fiebre en una habitación demasiado caliente, sólo servía para hacerle subir la temperatura. Tal vez debería quitarle las mantas, desnudarle y bañarle en agua templada, pues meterle en agua fría podía ser peor, o al menos mojarle la frente con un paño mojado.

Itachi nunca se había sentido tan indefenso. No tenía ni idea de cómo cuidar a nadie. Él sólo sabía pelear. Matar y proteger el clan, eso era lo único que sabía hacer. ¿Curar heridas? No tenía ni la más mínima experiencia.

Apartó a Deidara con mucho cuidado y salió de debajo de las pieles para levantarse.

Le animó notar que en la habitación hacía un poco de frío.

Antes, había tenido que calentarle, en cambio ahora Deidara desprendía bastante calor para los dos.

Se agachó y le dio un beso en la frente.

Seduciendo a un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora