Capítulo 32

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Lord Madara se detuvo en lo alto de la escalinata que llevaba al patio de armas, con su hijo recién nacido en los brazos.

—¡Mi hijo! ¡Un doncel!—proclamó eufórico, levantándole.

El clan en pleno se había reunido allí y rugió para darle la bienvenida al pequeño doncel.

Las espadas se alzaron, golpearon los escudos y el grito de alegría resonó por el valle.

Madara bajó de nuevo al pequeño y lo miró con tanta ternura que a Deidara se le hizo un nudo en la garganta.

Sarada sonrió de oreja a oreja y buscó la mano del doncel para estrechársela.

—Hoy es un gran día para el clan Uchiha.

Deidara se secó las lágrimas y sorbió por la nariz sin disimulo, mientras al mismo tiempo también gritaba de alegría.

Al doncel le reconfortó ver que la felicidad que sentía el clan también le contagiaba. Ahora era un Uchiha. El triunfo de ellos también era el suyo.

Seguro que no había ningún sentimiento mejor que ése.

Aceptación.

Por fin pertenecía a alguna parte.

El jolgorio fue amainando y Madara volvió a entrar en la fortaleza con el pequeño doncel, mientras la gente del clan retomaba sus quehaceres.

Sarada se despidió y se fue a la cocina y Deidara se dispuso a ir a ver cómo estaba Minato.

Subió canturreando la escalera.

El pasillo estaba desierto, lo cual era raro, teniendo en cuenta que Shisui prácticamente se había instalado en la puerta de su dormitorio. Probablemente le habían cambiado el turno.

A Deidara le daba mucha paz saber que el guerrero estaba fuera y que además le gustaba estar con él.

No había dado ni dos pasos cuando una mano le cogió por la cintura y lo metió en una habitación.

Antes de que pudiese gritar o defenderse o tan siquiera asimilar lo que estaba pasando, recibió un beso brutal en los labios.

La puerta del dormitorio se cerró a sus espaldas y Deidara se golpeó contra la madera con tanta fuerza que casi se quedó sin respiración.

A pesar de que estaba aturdido, entendió una cosa.

Le estaba pasando otra vez, sólo que en esa ocasión era Lord Kurama y no estaba intentando seducir a un niño inexperto. Esta vez no le importaba lo más mínimo hacerle daño o que él estuviese dispuesto.

En cuanto los labios del Lord se apartaron de los suyos, Deidara abrió la boca para gritar, pero Kurama se la tapó con una mano.

—No podía creer lo que estaban viendo mis ojos cuando te he visto allí —le dijo, con la respiración entrecortada—. Es el destino. Llevo años esperando este momento, Deidara. Años. Esta vez no se me adelantará nadie, esta vez no me dirás que no.

Deidara le miró horrorizado.

¡Se había vuelto loco! ¡Loco de remate!

¿De verdad pensaba que podía atacarle dentro de la fortaleza del clan Uchiha?

Con la mano que tenía libre, Kurama le apretó un pezón hasta hacerle daño. Aflojó la que tenía encima de su boca, pero volvió a besarle antes de que pudiese recuperar el aliento.

Seduciendo a un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora