Capítulo 4

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Habían llegado hasta lo que parecía un ascensor. Un ascensor que daba directamente con la calle, eso daba miedo, a decir verdad. Raven la acompañaba, claro que, a petición de Clarke que no quería ir sola.

Estaba nerviosa, aterrada y cantidad de sentimientos de los cuales no había sentido nunca. No tan conjuntamente. Le sudaban hasta las manos.

Buscó el timbre, pero no había ninguno ¿Cómo narices iban a subir? Raven tuvo la respuesta a aquella pregunta. Pues sacó directamente el móvil:

— Hay que llamar y decir tu nombre— explicó Raven al ver el desconcierto de Clarke— Ellos te abren y suben el ascensor.

— Eso da...

— ¿Excitación?

Preguntó Raven animada. Clarke negó con la cabeza:

— Miedo

Raven sostenía el teléfono pegado a la oreja:

Rincón del castigo ¿en qué puedo ayudarle?

— La cita de Ama Heda, Clarke Griffin

En ese momento las puertas del ascensor se abrieron. El corazón de Clarke estaba descontrolado, golpeando con fuerza su pecho, amenazando con salir disparado de un momento a otro y como había ocurrido a fuera, no había ningún botón. Directamente se puso en marcha.

Nada más salir del ascensor se toparon con una recepcionista, tenía el pelo corto, con prominentes pómulos, afroamericana, casi la misma estatura que Clarke. Que las esperaba con una amable sonrisa:

— La señorita Griffin.

— Aquí

Dijo Raven sujetando a Clarke que empezaba a retroceder. En esos momentos sentía arrepentimiento. Quería salir de ahí despavorida, pero ¿qué narices? Se había metido en la boca del lobo y su amiga en vez de sacarla de ahí, la retenía para que no escapase:

— Sígame

Ambas iban a seguir a la recepcionista, pero ésta las paró:

— Solo puede venir la señorita Griffin.

Clarke miró suplicante a Raven, pero la morena lo único que hizo fue encogerse de hombros, como diciendo "¿Qué quieres que le haga?" Temblorosa, comenzó a seguir a la recepcionista por un pasillito, la luz era tenue. En un principio pensaba que escucharía gritos, tortura o gemidos de placer, pero nada, no se escuchaba nada. Llegó hasta una puerta cerrada que había casi al final del pasillo e indicó que entrase:

— Heda vendrá enseguida.

Lexa estaba terminando de ponerse la peluca cuando Anya o, mejor dicho, Anika abrió la taquilla que había a su lado:

— Señor, a veces me sorprendo de algunos, prácticamente no tienen límites.

En ese instante se quedó con la mirada fija en Heda, que todavía no se había puesto el antifaz:

— ¿Te has puesto lentillas?

— ¿Te gustan? El azul no me queda tan mal

Preguntó Heda haciéndose la enigmática:

— ¿Por qué lo has hecho?

Lexa contaba todo a Anya, era la única persona en el mundo en quien confiaba, en ella y en otra amiga que actualmente se encontraba en Europa:

— Digamos que la señorita Griffin conoce a la señorita Woods— se encogió de hombros— no quiero arriesgarme a que me descubra.

— Tú sabrás lo que haces

Átame  (Clexa AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora